En una ocasión un hombre me dijo: Todos al nacer recibimos ocho monedas, cada moneda vale diez años. Ahora bien, me dijo, separa una de las monedas, pues es la que usamos para terminar la vida -jubilados, sanos o enfermos, con muchos o pocos recuerdos, con muchos o pocos amigos y ahorros-. Así que en realidad sólo tenemos siete monedas que podemos usar. ¿Cuántas te quedan y cómo las vas a usar? Me preguntó. En mi interior -me dije-, ya usé cinco monedas y media, sólo me quedan una y media. Estimado lector, ¿cuántas le quedan a usted?, ¿cómo las ha usado?, ¿cómo usará las monedas que le quedan?
Dicen que la vida es un continuo empujar hacia un precipicio. Al principio uno es quien empuja, hasta que llegamos a la sexta o séptima moneda, entonces comenzamos a decir: no empujen, no empujen; para finalmente en la séptima u octava, a más tardar, uno es empujado a su casa a terminar su vida . . . Todo eso ¿para qué? preguntarán algunos de ustedes.
Primero expondré algunas reflexiones y después una recomendación. Reflexione y tome plena conciencia de que su vida es finita -ocho monedas a lo más-.
Que cada día, cada año, cada moneda que pasa, ya no volverá: lo caído, caído, diría el filósofo de Huemes.
Que es muy importante sacarle jugo a cada evento, a cada día, a cada moneda. Los romanos de la antigüedad clásica decían: 'Carpe diem': Aprovecha el día. ¿Cómo le está sacando jugo a este día?
Que es muy importante reflexionar y decidir lo que uno hará con el resto de las monedas, ¿trabajar como desesperado? Nadie en su lecho de muerte ha dicho: si hubiese trabajado más, si hubiese pasado más tiempo en la oficina. Casi todos han dicho: si hubiese pasado más tiempo con la familia, si hubiese viajado más, si hubiese...
Desde luego yo recomiendo seguir el camino de los siete factores del éxito pero enriquecido con dos cosas más:
Con muchas ganas de hacerlo; Y con una actitud como la que Robert Fisher recomienda en su libro: "El caballero de la armadura oxidada", o su título en inglés: At the feet of the master, en el cual el autor describe, de una manera singular y creativa, un proceso de cambio personal.
Inicia su libro describiendo, a su manera, cómo al paso del tiempo nos vamos llenando de barreras, actitudes, hábitos que nos impiden conocernos, querernos y respetarnos para así ser capaces de querer y respetar a los demás. Vamos cubriéndonos de una armadura que nos impide ser nosotros mismos. Robert escribe: "Había una vez un caballero que hacía lo que suelen hacer los caballeros buenos, generosos y amorosos: luchaba contra sus enemigos que eran malos, mezquinos y odiosos. Mataba dragones y rescataba damas en apuros. Nuestro caballero era famoso por su armadura. Partía a cuanta batalla lo invitaban, usando siempre su armadura. Le gustaba tanto su armadura que la empezó a usar día y noche -hasta que su esposa y su hijo le empezaron a reclamar que se la quitara. El al principio no quería hasta que finalmente decidió quitársela- pero, oh desgracia, ya no pudo; su armadura se le había vuelto permanente".
La armadura de la narración es la maraña de barreras, actitudes y hábitos negativos que impide a la mayoría de nosotros ser uno mismo.
¿Qué se puede hacer?
Decida quitarse su armadura. Pase por un proceso de cambio.
Robert Fisher recomienda pasar por cuatro fases del proceso de cambio.
Aprender a meditar, a disfrutar y a escuchar a los demás -El castillo del silencio-. En nuestra vida sólo hablamos de lo que hemos hecho y de lo que vamos a hacer, pero pocas veces hemos disfrutado de lo que pasaba en ese momento. Aprender que no podemos querer a los demás si no nos queremos a nosotros mismos; que en nuestro interior tenemos amabilidad, compasión, amor, inteligencia y generosidad y que lo único que necesitamos es dejar salir estos sentimientos y aptitudes, pues siempre han estado ahí -El castillo del conocimiento. Aprender a eliminar el dragón del miedo y la duda -El castillo de la voluntad y la osadía- para eliminar el "no se puede", "para mí es imposible", "yo solo no puedo". Claro que sí se puede.
Aprender a liberarnos y desprendernos de nuestras barreras, creencias, actitudes y hábitos equivocados -La cima de la verdad-.
Todo esto conduce, según Robert Fisher, a conocernos, querernos, respetarnos para ser así capaces de querer y respetar a los demás y, en mi opinión, para poder usar inteligentemente las monedas que nos quedan. Es muy importante Sacarle jugo a cada evento, A cada día, a cada moneda. Los romanos de la antigüedad clásica decían: ' Carpe diem': Aprovecha el día.
Autor: Ing. Ramón de la Peña Manrique