EL TETRAGRÁMATON HEBREO, SU ORIGEN Y SIGNIFICADO
El pueblo hebreo presenta para el investigador actual algunos de los interrogantes más inquietantes de la Antigüedad, que hacen de su historia -según lo consideramos- un puzzle aun no completado. Particularmente suscita nuestro interés su religión monoteísta -¿heredada de otros pueblos o creada por ellos?- dentro de la cual se encuentran algunos de los principios éticos más perdurables de la humanidad. La trayectoria seguida por el monoteísmo en el Mundo Antiguo ha originado diversas hipótesis que intentan explicar su surgimiento, sin que se haya logrado volcar la balanza definitivamente hacia ninguna de ellas. En este artículo nos proponemos abordar uno de los aspectos centrales en la “novedad” religiosa -si lo fue realmente- del pueblo hebreo, el nombre mismo de su divinidad, representado en la Antigüedad por “cuatro letras” hebreas, o “tetragrámaton”. ¿Cómo, cuándo y dónde apareció el nombre que en español traducimos como Yavé, Yahwé o Jehová? Hagamos un repaso de la información conocida a medida que damos una primer contestación a estas preguntas.
II. CONCEPTOS BÁSICOS
Entre los hebreos (así como en varios pueblos del Cercano Oriente antiguo) el nombre estaba estrechamente ligado con la existencia de la cosa designada; y era lo que caracterizaba y distinguía a su portador –fuera éste un objeto, un animal o una persona- de todo lo demás, reflejando un elemento esencial de su personalidad o de sus características. Por tanto, lo que no tenía un nombre no adquiría existencia. Y justamente una de las características fundamentales de la fe monoteísta hebrea era que su dios tenía un nombre superlativo que lo distinguía de toda otra divinidad, no solamente por ser diferente, sino más que nada por lo que significaba en términos de un propósito definido, implícito en él [3]. En cuanto al término hebreo para dios, ´elóh·ah, -que se traduce al español como “poderoso, fuerte”- es de notar que tanto se aplicaba al Ser supremo como a los hab·Be`a·lím, o baales cananeos[4]. Y sin embargo, el plural para dios, elohím, que era una abstracción presente en el hebreo y en otras lenguas semíticas, se usaba en especial con referencia al dios hebreo y con el fin de denotar su excelencia y majestad frente a los demás dioses (Gesenius)[5].
LA PRONUNCIACIÓN
Dicho nombre[6] representado en caracteres hebreos cuadrados por las cuatro letras ???? -leído de derecha a izquierda- se translitera en español como YHWH, YHVH, o JHVH –leído como Jehová, Yavéh, Yaweh y de otras maneras-, es la forma causativa, el estado imperfecto del hebreo ??? (ha·wáh), que se traduce como “llegar a ser” o “la causa de que llegue a ser”, “el existente” o “el que soy”. Sin embargo, el verbo hebreo ha·yáh se deriva de la palabra ´Eh·yéh que no significa simplemente “ser”, sino “llegar a ser”; y entran en él los tres tiempos del verbo ser en hebreo, “hayáh” (él fue), “hoveh” (él es), “yihyeh” (él será) [7], no solo el modo presente. Por lo que el nombre de Dios, el de “llegar a ser” o “la causa de que llegue a ser”, implica el cumplimiento de un propósito definido para el bien de la humanidad. Por eso se lo llama “el Dios de toda la tierra”, no solo de Israel (véase Génesis 17:1).
En cuanto a esto, es interesante notar que fuera del contexto bíblico, una de las más antiguas alusiones a la pronunciación del Nombre divino, proviene del historiador Diódoro de Sicilia (siglo I a.C.), quien empleó la forma “Iao”, hablando de las leyes que se habían dado por medio del “legislador” Moisés:
“(...) Entre los judíos Moisés refirió sus leyes al dios a quien se invoca como Ia"[8]. Es posible que esta pronunciación dada por Diódoro esté reflejando la forma hebrea abreviada “Yahu”, muy comúnmente usada en la literatura bíblica. Para el siglo IV de nuestra era, Jerónimo, autor de la Vulgata latina, explicaba en una carta redactada en Roma en el año 384, que el Nombre se escribía con las letras hebreas, “iod, he, uau, he”, correspondiéndole la pronunciación “Iohuau"[9]. En su prólogo a los libros de Samuel y Reyes, Jerónimo dice que: “... hallamos el nombre de Dios, el Tetragrámaton, en ciertos volúmenes griegos aun en la actualidad expresado con las letras antiguas...” (????, es decir, en los caracteres cuadrados). Siglos después el Nombre se introdujo en los idiomas europeos. En el Códice de Leningrado, que data del siglo XI, apareció la forma “Jehová”, utilizada en la Biblia Hebraica Stuttgartensia [10]con puntos vocálicos para que se leyera “Yehwáh”, “Yehwíh” y “Yehowáh”, de donde se derivó al latín [11]. En el año 1278 esta forma apareció en latín en la obra “Pugio fidei” –“En defensa de la fe”- escrita por el monje católico español Ramón Martí con la grafía “Yohoua” -siguiendo a Jerónimo-; y a comienzos del siglo XIV el italiano Porcheto de Selvaticis en su “Victoria Porcheti adversus impios Hebraeos” (1303) escribió el tetragrámaton de variadas maneras y con una misma fonética: “Iohouah”, “Iohoua” y “Ihouah”. Finalmente en 1530, el reformador inglés William Tyndale introdujo en su traducción del Pentateuco, el nombre “Iehouah”, que apareció por primera vez en aquel idioma. En épocas recientes, algunos eruditos han propuesto que la lectura original del tetragrámaton, con vocales intercaladas, debió ser “Yehvàh” o “Yahuáh” (Reisel) [12]; aunque otros sugieren la forma “Jaó” o “Jahóh” (Williams) [13]; o también, “Yaho”, “Yahú”, “Iaw” (si se sigue a Diódoro), “Jawoh”, “Yahweh”, (Liddell y Scott), “Jovah”, “Javéh” o “Jehovah" [ 14].
III. ORIGEN Y ANTIGÜEDAD
En cuanto al origen del tetragrámaton mismo, debe tenerse la precaución, por un lado, de deslindar el dato concreto de la hipótesis que intenta explicarlo, y por otro, no confiar demasiado en las aparentes similitudes fonéticas o gráficas que puedan aparecer en el contexto cercano-oriental. Lo que se concluye del estudio de los documentos dejados por los pueblos vecinos de Israel es que el tetragrámaton se conocía y empleaba también entre ellos, tanto antes de Cristo como durante los primeros siglos de nuestra era. Es de interés que existe una remota aparición en los registros eblaítas de un dios denominado Yah. En Tell Mardikh, las ruinas de la antigua Ebla –descubiertas en 1964- se desenterraron centenares de tablillas de barro en las que aparecían nombres propios con elementos componentes del Nombre, como "il" y "ya", es decir "El" –de Elóah, Elohim-, y "Yah" -¿la abreviatura del nombre del dios hebreo?-, como en el caso de en-an-il" y "en-an-ya", "is-ra-il" e "is-ra-ya", "is-ma-il" e "is-ma-ya", "mi-kà-il" y "mi-ká-ya", nombres más que familiares en los registros bíblicos [15]. El arqueólogo Giovanni Pettinato, epigrafista jefe de la expedición de Tell Mardikh (Ebla), ha demostrado que "il" y "ya" son nombres genéricos, y que no tienen ningún otro papel; pero que “Yah” se aplicaba a una divinidad en particular. La partícula "ya" sustituyó a la partícula "il" en los nombres comunes durante el reinado de Ebrium -¿se adoraba en ese entonces a un dios llamado Yah?, ¿hubo una reforma religiosa durante el reinado de Ebrium?- en los que no es posible que "ya" tenga una función de diminutivo porque encabezaba el nombre, como por ejemplo, en "'ìa-ra-mu", que quiere decir "Yah es exaltado", acompañado al comienzo del nombre por el determinante "dingir" (dios). Aparecen también en las tablillas otros nombres vinculados a Yah, semejantes a los bíblicos, como:q "i – ti –il / ya", "dios / Ya ha dado"; q "en – na – i l / ya", "dios / Ya ha mostrado favor"; q "mi – kà – i l / ya", "¿quién es como dios / Ya?", igual al significado del nombre hebreo Miguel (“¿quién es como Dios?”). [16] Lo que hace evidente que con “Yah” se estaba haciendo referencia a un dios determinado. De tratarse del mismo dios hebreo, se estaría demostrando la preexistencia de su adoración, siglos antes de que se formara el pueblo de Israel. Sin embargo, no tenemos todavía el tetragrámaton, sino el Nombre expresado en la forma de “Yah”; como sucede en cierto modo con el “A – le – luh – yah” (“Aleluya”), que significa “alabanza a Yah”.La alusión más antigua al tetragrámaton fuera del contexto bíblico se encuentra en la “Piedra Moabita”, documento de naturaleza histórico-literaria, producido por el antiguo pueblo moabita, en el siglo X a.C., lo que pone de manifiesto su conocimiento entre los pueblos vecinos de Israel [17]. La estela –que mide 1,13 metros de alto y tiene 70 cm de ancho- fue erigida por el rey Mesa en su capital Dibón -hoy Dibán- inscrita en los caracteres de un dialecto moabita–cananeo, similar al hebreo–fenicio, y con la especial particularidad de tener su correlato en el Segundo Libro de los Reyes, capítulo 3. Las 34 líneas del documento, escrito en primera persona, alaban los triunfos del rey Mesa sobre la casa de Omri, el entonces rey de Israel.
Dice el texto:
"Yo soy Mesa, hijo de Kemos, rey de Moab, el dibonita. Mi padre reinó sobre Moab durante treinta años y yo reiné después de mi padre. Y yo hice el lugar alto para Kemos en Qerjá, un lugar alto de salvación, porque él me había salvado de todos mis enemigos y me proporcionó el placer de verme por encima de todos aquellos que me habían odiado. Omri, rey de Israel, humilló a Moab durante muchos días, pues Kemos estaba irritado contra su pueblo; y su hijo le sucedió y también él dijo: "Yo humillaré a Moab". (...) Yo he triunfado sobre él y sobre toda su casa, mientras que Israel ha perecido para siempre. Omri tomó posesión del país de Madaba, y moró allí en sus días y durante la mitad de los días de su hijo: cuarenta años; pero Kemos lo ha restaurado en mis días. (...) Y fui de noche y luché contra ella desde el amanecer hasta el medio día y tomé y maté a todos en ella. 7.000 hombres, muchachos, mujeres, doncellas e incluso siervas, pues los había destinado a la destrucción para el rey Istar Kemos. Y tomé las vasijas de Jehová y las llevé ante Kemos”.
Así mismo, se descubrió en 1961 una cueva sepulcral a unos 35 Km. de Jerusalén, en la que aparecía una inscripción, del siglo VIII a.C., en la que se exclamaba: “Jehová es el Dios de toda la Tierra” (similar a lo dicho en Génesis [18]. En otro documento -hoy en el Museo de Jerusalén-, una carta escrita en un fragmento de cerámica procedente de Arad que data del siglo VII a.C., se empleó el tetragrámaton dos veces en el mismo texto:
“A mi señor Eliasib: Que Jehová inquiera por tu paz”, y termina con las palabras: “Él mora en la casa de Jehová”
También del siglo VII a.C., de la época anterior al destierro babilónico que sufrieran los hebreos, proviene una tirilla de plata enrollada que también contenía el tetragrámaton, en caracteres hebreo - fenicio [19].
El autor de ellas era “Hosha-yahu”, uno de los subordinados de “Yaush”, que estaba al frente de la guarnición de una de las ciudades provinciales en la vía entre Laquis y Jerusalén. Hoshayahu expresaba a su comandante -después de los saludos convencionales- su firme deseo de: "... Que Jehová quiera que mi señor oiga buenas nuevas de paz".El siguiente documento es una carta procedente de Tell ed Duweir; que contiene seis líneas de texto, y en las primeras cinco se lee:“A mi señor Yaosh: Que Jehová sea propicio a mi señor sobre las nuevas de paz en este mismo día, en este mismo día. Y tu siervo, un perro, porqué mi señor se acuerda de su siervo? Que Jehová entristezca...” Posteriormente, muchos de los sellos reales hebreos del período persa (siglo VI – V a.C.) contienen la palabra “yhd”, que algunas veces se abreviada como “yah”, que era el término en idioma arameo con el que se denominaba a la entonces satrapía de Judá. Hacia el final del período persa, las asas de jarras fueron inscritas con las letras “yrslm” (Jerusalén), rodeando a una estrella de cinco puntas. [21] Algunos documentos en arameo provenientes de la colonia judía de Elefantina -papiros elefantinos- que datan del siglo V a.C., época medo persa, usan con frecuencia el nombre Yahu, que conociera Diódoro [22]. Siglos más tarde, el tetragrámaton aparece en el llamado “Rollo del Templo” -el manuscrito más largo de los hallados en el Mar Muerto en 1943- escrito en caracteres hebreos cuadrados, mientras que en otros manuscritos aparecía todavía en letras paleohebreas, o sea en escritura de tipo fenicio. [23] Las cuatro letras hebreas que representan el nombre divino siguieron copiándose en la Versión de los Setenta en siglos posteriores. Hace poco se han descubierto fragmentos de los manuscritos de aquella versión que prueban que en las copias más antiguas de la Septuaginta también aparecía el tetragrámaton (siglo III a.C.) Uno de estos, conocido por su número de Inventario 266 de los papiros Fuad –hallados en El Cairo, Egipto- contiene parte del libro de Deuteronomio, y presenta el tetragrámaton en caracteres cuadrados (siglo I a. C.)
IV. ¿A qué conclusiones puede llevarnos este acercamiento a los datos disponibles?
Resulta claro que el nombre de Dios fue conocido y usado en Siria, Mesopotamia y Canaán antes y después del establecimiento de los israelitas en la Tierra Prometida [24]. Por tanto, no puede ser considerado una creación hebrea. Otra cuestión es si con el Nombre también vino el monoteísmo, asunto que la tradición misma del Génesis avala (véase la nota 17). Pero, ¿cuándo y dónde se originó el nombre de Dios? Esta pregunta es muy difícil de responder en términos historiográficos. Lo que mejor podemos decir es que ya estaba en uso en el segundo milenio antes de nuestra era en distintos lugares del Cercano Oriente. Es cierto que, como se señaló, no hay que confiar demasiado en las aparentes similitudes fonéticas o gráficas. No obstante, es obvio que las referencias al dios Yah en los textos antiguos de Ebla hacen alusión a un dios particular, con un nombre distintivo y a un tipo de adoración que se le tributaba, y que éste bien pudo ser el mismo dios que posteriormente adoraron los hebreos. Las formas que nosotros conocemos, Yahvéh (la más apoyada por los hebraístas), o más popularmente Jehová, se conformaron con el paso de los siglos, aceptándose en los distintos idiomas al paso que se traducía la Biblia a las lenguas vernáculas.
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