Uno de los errores fundamentales que tenemos como seres humanos es la codicia, que se manifiesta mayormente en términos del dinero o de los valores económicos. La codicia, por propia naturaleza, es un golpe en contra de las riquezas internas de la persona, porque tiene la apariencia que en el mundo nunca hay lo suficiente. Nuestra mirada siempre está "hambrienta".
Podemos ayudar a quebrar el patrón de la codicia al diezmar, que es dar el 10 por ciento del patrimonio personal. Con el diezmo, se activan dos niveles: un nivel que está aquí en el mundo y al mismo tiempo otro nivel místico, invisible. El nivel místico se comunica diciendo: "Eres abundante y te ocupas bien de la abundancia, por lo tanto, aquí hay más para tí."
El otro nivel, en este mundo es cuando vemos nuestra abundancia y contribuímos alegremente con nuestro diezmo. En verdad estamos contentos de hacerlo. Esta acción establece un aspecto que es una forma de gloria en el ser humano y esa gloria atrae más abundancia.