Mi entusiasmo aumenta al centrar mi atención en la presencia de Dios en mí y en los demás. Mi aprecio por lo sagrado de todo se expande y no solamente me atrevo a soñar y a fijar metas, sino también a llevarlas a cabo.
Hago todo con entusiasmo y creatividad. Participo activamente en mis relaciones personales con familiares y amigos. Encuentro gozo en cualquier cosa a que le dedique tiempo. El Espíritu morador me guía tanto con las tareas diarias como con lo nuevo y emocionante.
Hoy y todos los días, planeo un viaje de descubrimiento. Encuentro gran satisfacción en ser una expresión del bien divino.
Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección, porque haciendo estas cosas, jamás caeréis. —2 Pedro 1:10