Soy una creación divina, una expresión de vida siempre en renovación. Las células de mi cuerpo, y cada órgano y tejido, vibran con la vida de Dios que me rejuvenece y fortalece. Al ejercitar tanto mi cuerpo como mi mente, mejoro mi bienestar espiritual, así como también mi salud física, emocional y mental. Practico respiraciones profundas y meditativas, las cuales me renuevan durante mi tiempo de oración y son buenas para mí en todo lugar y momento.
En oración cada día, contemplo la vida de Dios en mí. Afirmo salud y perfección, y mi cuerpo responde con vida y energía. Enfoco mi atención en el aliento divino en mí y doy gracias porque Dios me renueva.
El día que clamé, me respondiste; fortaleciste el vigor de mi alma. —Salmo 138:3