La Astrología nos enseña que nos vinculamos para conocer nuestras energías. Desde esta concepción, encontramos tres modos de vincularnos, dependiendo del grado de proyección que incluyan nuestras relaciones.
Cuando nos vinculamos proyectando no vemos al otro tal como el otro realmente es. Lo vemos en base a lo que necesitamos ver para satisfacer nuestras expectativas y necesidades. Entonces proyectamos cualidades, deseos o sentimientos nuestros en el otro, que luego le atribuímos. Así establecemos vínculos simbióticos.
Llega un momento en el que descubrimos que los vínculos nos ofrecen un campo de xxxxxx y complementación. En este punto tenemos que aprender a ir soltando las proyecciones. Ingresamos así en una etapa alquímica en la que nos hacemos cargo de transformar concientemente nuestra manera de relacionarnos. Se trata de un proceso de limpieza de las proyecciones que se convertirá en un entrenamiento en el terreno de lo vincular.
Como resultado de esta ejercitación conciente y persistente, pasamos a una etapa en la que comenzamos a ver al otro tal como en realidad es. Recién en este momento estamos en condiciones de vincularnos desapegadamente, considerando al otro como un verdadero complementario.
Una vez que comprendamos estos tres modos que nos informan acerca de la dinámica energética de lo vincular, reconoceremos cuál es nuestra manera de hacer encuentro, pudiendo modificarla para que nuestros vínculos puedan ser sanados. La idea es que prevalezca la unión, la complementación y la interdependencia, en lugar de la separación, el antagonismo y la dependencia.
De esto se trata la recta relación entre los seres humanos.
Esta concepción es válida para todo tipo de vínculos. Mediante la creativa modalidad vincular que busca el desapego, podrán ser construídos y sostenidos vínculos sanos, evitando o disminuyendo las situaciones que incluyen luchas de poder, control y manipulación.
Visualicemos un jardín: algunas plantas crecen tanto que se doblan y es necesario colocarles un tutor para sostenerlas y darles un punto de apoyo. Este tutor permanece a su lado sin interferir en su crecimiento ni controlarlo.
De la misma manera, en el encuentro con el otro la función del ser humano es la de acompañar, sostener y dar apoyo, sin interferir en su crecimiento, sin dominar o someterse perdiendo el contacto con su verdadera potencia, esa que sólo se descubre al hallar el justo equilibrio entre la impotencia y la omnipotencia. Este es el concepto de poder como recurso interno.
Vincularnos significa, simplemente, caminar junto al otro, estar a su lado y colaborar en su proceso de evolución, creativamente, en libertad de ser y dejando ser.