Durante toda nuestra vida los ángeles nos acompañan ayudándonos y cuando finalmente nos llega el momento de la muerte, siguen estando a nuestro lado, asistiéndonos y dándonos fuerzas en ese paso de una dimensión a otra.
La presencia de los ángeles y de los – ya difuntos – familiares y amigos del que va a morir, junto a su lecho en el momento de la muerte ha sido abundantemente registrada a lo largo de la historia. Las llamadas “apariciones en el momento de la muerte” han generado copioso material para numerosos libros escritos por diferentes investigadores y especialistas. Tal vez el inglés William Barrett fue el pionero en este tema. Físico notable y esposo de una doctora, reunió sus experiencias en una obra titulada Visiones en el lecho de muerte. Experiencias psíquicas de los moribundos, que publicó en el año 1926. Unas décadas más tarde los parasicólogos de todo el mundo pudieron reunir y clasificar docenas de miles de casos, dando así origen a numerosas obras sobre este interesante asunto.
Joy Snell, enfermera inglesa con facultades de videncia presenció durante su larga vida profesional muchos casos en los que los ángeles llegaban a ayudar al alma del difunto, guiándolo hacia los planos superiores. Nunca comentó con nadie nada de esto, temiendo perder su trabajo y ser tomada por loca. Sin embargo, una vez jubilada, vertió sus experiencias en el emocionante libro El Ministerio de los Angeles. En él, relata también el caso de un ángel que solía adoptar el aspecto de una enfermera de mediana edad. En un principio pensó que en realidad se trataba de un ser humano. En sus servicios nocturnos vio con frecuencia a esta otra enfermera, entrando a las habitaciones de los pacientes más graves y tan sólo tocándolos, mientras dormían o se hallaban inconscientes. A la mañana siguiente estos enfermos mostraban invariablemente una gran mejoría, manifestando que habían tenido un sueño tranquilo y reparador y en algunos casos que habían tenido un sueño tranquilo y reparador y en algunos casos que habían oído en sueños una cierta música celestial. Cuando Joy Snell decidió averiguar la identidad de aquella enfermera capaz de mejorar de un modo tan extraordinario a sus pacientes descubrió que en todo el personal del hospital no existía nadie cuyos rasgos coincidieran con ella.
Nadie, ni el ser más querido ni el amigo más íntimo nos podrá acompañar en esa extraordinaria experiencia que es la muerte del cuerpo físico. ¡Qué gran suerte contar con alguien que sí puede! ¿Por qué no intimamos des ya ahora con nuestro ángel, con ese maravilloso ser que está sólo esperando un gesto de acercamiento por nuestra parte?