Vida es la energía esencial que produce todo lo que existe. Fuente y causa sustentadora y originadora de toda manifestación.
Conciencia es la entidad psíquica que puede poner en función activa una cualidad que existe en todas las formas humanas, Amor-Sabiduría, denominada Alma.
Forma es la apariencia, la “carne” que utilizamos para poder manifestarnos materialmente; es nuestra parte externa animada por la Vida. Con ella podemos realizar los experimentos en la vida diaria, y la experiencia conciente o inconscientemente adquirida, se va “almacenando” en la Conciencia, o como bien lo dice la palabra, en el Alma.
Esto quedó evidenciado en la historia de Cristo, quien continuamente recordaba a su pueblo que Él no era lo que aparentaba ser, tampoco era el Padre en el Cielo.
Él representó en sí mismo La cualidad del Amor.
Vida, Conciencia y Forma son una síntesis en el Universo manifestado y en el hombre encarnado. Detrás del Universo manifestado permanece Aquel que no es un individuo ni está limitado por la existencia individualizada. El Budista tiene razón cuando acentúa la naturaleza no individualizada de la deidad y se niega a personificar a la Divinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de la teología cristiana; personificando, como lo hacen las triplicidades de todas las teologías, que se convierten también en el Uno cuando ha terminado el período de manifestación. Permanecen como Uno, con la cualidad y la vida intactas e indiferenciadas, tal como son en la manifestación.
Tenemos la analogía de esto cuando desencarna un hombre. Desaparecen los tres aspectos de la personalidad o forma: mente inferior, emociones y cuerpo físico. La persona no existe; sin embargo el ser conciente, el Alma, la conciencia permanece; su cualidad, propósito y vida están unidos a su Alma inmortal. La forma externa con sus diferenciaciones ha desaparecido, nunca volverá exactamente en la misma forma o expresión, en tiempo y espacio.
Por lo tanto, quien reencarna es el aspecto Conciencia, tomando una nueva forma o personalidad con el fin de expresarse física, emocional y mentalmente, siendo el propósito adquirir experiencia en el mundo material para aprender a Ser, algún día, la expresión de los dos aspectos de la divinidad: Luz y Amor.
Nada en la naturaleza crece de un momento a otro, sino que se toma su tiempo como lo hace la semilla para dar frutos y una madre para dar a luz. De igual modo en la escuela “de la vida” no se aprende de un día para otro; hay que venir una y otra vez a aprender, a comprender, saber y Ser, a trasmutar el instinto en intelecto y éste en intuición, lo cual nos llevará a desarrollar finalmente la iluminación.