En Babilonia se le conoció por Belus. Para los griegos era Kronos, el tiempo, hijo más joven de Urano y de Gea. Titán y Saturno eran hermanos y, el primero, como primogénito de la familia pretendía reinar. Pero Gea, que prefería a Saturno, convenció a Titán para que renunciara a la corona a favor de Saturno, a condición de que este último matara a sus propios hijos. Así, la realeza volvería a caer con el tiempo en manos de los Titanes.
Saturno aceptó también y ayudó a su madre a vengarse de Urano, quien había arrojado al Tártaro a sus hijos, los Cíclopes y los Hecatónquiros, además de encerrar a los Titanes. Gea, que no admitía esto, forjó una enorme hoz y la ofreció a aquel de sus hijos que fuera capaz de matar a Urano. Sólo Saturno se envalentonó e hizo caso a su madre, la cual le instruyó en la forma de llevar a cabo el acto.
Al fin llegó Urano, quien ardiente de amor se acercó a Gea para abrazarla y así se tendió sobre ella. Pero Saturno desde su emboscada cogió la hoz con la mano derecha y cortó a su padre en un momento los órganos genitales, arrojándolos sobre su espalda. Tras haber matado a su padre, Cronos se apropió del cielo y se casó con su propia hermana, Rea o Cibeles.
Titán, su hermano, descubrió que el niño Zeus o Júpiter vivía, a pesar de que los sacerdotes que le cuidaban disimulaban su llanto con música y ruido de armas. Titán, temeroso de no conseguir el trono, luchó contra Saturno, lo venció y lo hizo prisionero.
Júpiter, ya adolescente, veía con dolor la esclavitud de su padre y decidió liberarle. Juntó un ejército y echó a los Titanes del Olimpo haciendo que Saturno gobernara otra vez.
Pero Cronos estaba amargado, ya que la profecía decía que un hijo le quitaría el poder y, él, temía de la enorme valía de su joven hijo Zeus.
Llegó así a poner emboscadas a su descendiente, quien las venció. De ese modo, Júpiter, después de fracasar en su buena voluntad de reconciliación (con el mal), decidió derrocar a su padre. Lo expulsó del cielo y se erigió para siempre en monarca del Empíreo.
Saturno, destronado, fue a ocultar su derrota a Italia junto al rey Jano, quien le acogió muy bien y le ofreció compartir su reino. Saturno, agradecido y arrepentido, se dedicó a civilizar el Lacio, reino de Jano, enseñando a sus toscos habitantes varias artes prácticas, ayudado por su esposa. Allí, promovió el bienestar del país y enseñó la agricultura, simbolizando la faceta benefactora del astro.
Los romanos le dedicaron el día sábado y las fiestas saturnales, sobre el 22 de diciembre. Durante tres días los esclavos ocupaban el lugar de los señores y viceversa, además de que todas las actividades se suspendían, excepto las culinarias y las diversiones.
Saturno es la fuerza irresistible del destino y el tiempo. Se le representa como un viejo vigoroso de larga barba y cabeza calva. Va armado con guadaña en la mano derecha, mientras que en la izquierda sostiene un reloj de arena.
Saturno siente antipatía por la irresponsabilidad y la imprudencia, estando en su mano el dominio temporal total sobre el plano o esfera material. Todo lo da al que es disciplinado y ahorrador, pero todo lo quita al que es mezquino y usurero pues, a este último, no le deja ni disfrutar de su cuerpo, que él suponía que era suyo.
No se puede uno andar con tonterías con Saturno porque, una vez cometido el error, no valen recomendaciones -ni siquiera de Zeus- para calmar a este implacable dios.
El domina la materia, hasta tal punto de que ésta sea al ser humano un apoyo, o bien, una opresión inaguantable que puede durar años.