Japón es conocido también como "el Imperio del Sol naciente". Su posición geográfica le hace ser el primero en recibir los rayos del Sol, si tomamos como referencia el meridiano por el que se establece el cambio de fecha. En estos días sombríos, se ha dicho en la prensa que a Japón le ha tocado servir de conejillo de indias para los peores desafíos de la humanidad del último siglo: lanzamiento de las dos primeras bombas nucleares al finalizar la 2ª Guerra Mundial, largo proceso de acelerado desarrollo tecnológico que le llevó también a ser el primero en experimentar la crisis de estancamiento económico en la que llevan instalados más de diez años, y que parece estar esperándonos a todos. Ahora también la evidencia de que la naturaleza sabe imponernos límites. La soberbia humana, con sus imperativos de supuesto progreso y dominio intensivo de los recursos, ha encontrado un punto de no retorno. Lo que se decía que no podía suceder nunca está sucediendo, y en ellos los primeros. Parece que hay algo de verdad en la afirmación periodística, y es digno de señalar aquí que esa condición de pionero -al abrir los desafíos que luego el mundo tiene que enfrentar durante años- correlacione con la posición geográfica que su nombre nos recuerda. Ser hijos del Sol naciente, vivir bajo su imperio, tiene al parecer sus servidumbres: ser los primeros también en recibir los indicios del tiempo por venir. El Sol naciente quizá esté anunciándolo, ascendiendo allí primero. ¿Sabremos aprender lo que su sufrimiento enseña?