Calcu, también conocido como kalku, es un término mapudungun para referirse a la persona que practica el mal en una forma mística o espiritual; y posteriormente, la palabra ha sido utilizada para referirse igualmente a un brujo o bruja practicante de la magia negra. El término también es usado para referirse al mal producido por la brujería, o por el calcutun (acción de practicar o realizar un hechizo o trabajo de magia negra).
El calcu se caracteriza por ser una persona que utiliza un poder espiritual para dedicarse principalmente a hacer el daño al prójimo; por ello es combatido por las machis. Un calcu desarrolla un sentido de poder muy similar al del chamán. Él o ella también tiene pewma (sueños) o perimontun (visiones); pero su principal característica sería que heredaría un espíritu wekufe, espíritu que anteriormente le entregaba poder a un ancestro que también fue calcu. Así, los calcus serían sirvientes de los wekufe y ocuparían el poder de estos espíritus.
Debido a la naturaleza espiritual del machi y el calcu, los españoles tardaron en hacer una distinción clara del significado de ambos, y entender la diferencia entre ellos; además como consecuencia de ello, los calcu serían asociados con la brujería. Fue así como posteriormente también se utilizaría la palabra calcu como término para referirse igualmente a una bruja, a los brujos de Chiloé, y a toda persona relacionada con la magia negra, los demonios y el diablo.
El calcu mapuche se forma u origina de dos maneras distintas:
1.- Por una tradición de herencia.
2.- A partir de un o una machi que está más interesado/a en hacerse rico que en curar; o es un machi frustrado al ser poco poderoso, o que por diversos motivos no es exitoso curando ni propiciando la bonanza de la comunidad. Estos hechos harían que el machi perdiera así su prestigio, y se vaya al lado contrario, pasando a formar parte de las fuerzas que luchan contra el ser humano, producto de la envidia, codicia y otros sentimientos negativos.
El calcu, al igual que la machi, también puede tener clientes, pero los clientes del primero generalmente acuden a pedirle ayuda para tomar venganza o hacer daño a otras personas, a menudo a raíz de situaciones de celos.
Se dice que los calcu (persona) pueden asumir tres funciones: Kalkutufe, Dawfe y Choñchoñ; y si son poderosos, pueden realizarlas todas simultáneamente. Los calcu merodearían por los cementerios para apoderarse del pillü (fantasma del muerto reciente), con el propósito de utilizarlo en sus hechizos del calcutun. Esto último es uno de los motivos de la realización de un específico ritual funerario entre los mapuches, para evitar la acción de los calcus, ritual que se denomina Aun y que explicamos más abajo, en este mismo artículo.
El calcu además utilizaría numerosas pócimas, destacando el kalku-mamüll también conocido como latúe, latuy; que significa “el mortífero” o “la tierra de los muertos”; una planta conocida con el apelativo español de “árbol de los brujos”, “palo mato” o “palo de brujos”, y denominada actualmente con la nomenclatura científica actual Latua pubiflora. Esta planta se caracteriza por ser un alucinógeno clásico de la etnología mapuche.
Otra característica que se asocia a los calcus es que ellos estarían comúnmente vestidos totalmente de negro, ya que este color simboliza la oscuridad, la noche, los espíritus del mal y la muerte.
El mal del calcu
El calcu (mal) en los mapuches se presenta como la fuerza desintegradora y destructiva que utilizan los calcus, que es capaz de provocar las enfermedades y la muerte. Según las machis, proviene principalmente de los Wekufe y es alimentada por la envidia y otros sentimientos dañinos de los hombres.
En toda enfermedad o dolencia provenientes del calcu (mal), la medicina mapuche debe combinar diversos ritos machitunes para arrancar dicho mal de la persona enferma y luego recuperarla con medicamentos formulados sobre la base de yerbas. Igualmente se utilizan Contras para la protección. Los Contras son amuletos, usados generalmente contra el mal, y como instrumento para detener magia negra.
El ritual del Aun
El Aun es el principal ritual funerario de los mapuches que se realiza antes de la sepultura del cadáver. De acuerdo a la importancia del fallecido varía la importancia del rito. Su objeto es el de alejar a los malos espíritus que pudieran llevarse el alma (Alhue).
Según la investigadora Aída Kurteff, el ritual consistía en “realizar carreras a rienda suelta alrededor de la persona fallecida, danzar y entonar ciertas salmodias en prueba de la más alta distinción que podía brindársele al ser amado que dejaba esta vida”.
“El Aun -continúa diciendo Kurteff- también tenía el propósito de espantar la sombra de los calcu o brujos que merodeaban por los cementerios para apoderarse del Alhue, el fantasma del muerto, y poder utilizarlo en sus hechizos. Algunos hombres estaban a cargo de cubrir de lajas y mantas el fondo de la huesa donde se apoyaría el cadáver, y una vez colocado en su lugar, los deudos comían y bebían poniendo en la sepultura parte de los víveres para que el Am o alma participe del ritual.”
“También se sepultaban junto al muerto todas sus pertenencias más preciadas, así como vasijas con granos de cereal que servirían al Am de alimento mientras no abandonase los despojos para dirigirse al Ranguiñhuenu, el medio cielo, pues aseguraban que tras el firmamento visible había otro mundo, y esto que los humanos alcanzaban a ver es tan sólo la mitad del cielo, estando reservada la otra mitad al Huenu, cielo o más allá donde habría de ser recibido el Alhue del difunto”.
Según Aída Kurteff, los misioneros que acompañaron a los conquistadores en el Nuevo Mundo se empeñaron en hacer creer a los indios que el Alhue (alma, fantasma o espectro de los muertos) era el mismo diablo.