Cuentan que Luís era un joven que siempre sobresalía en el corro de sus amigos, a su alcance estaban todos los recursos para adelantarse a sus compañeros, las iniciativas partían de su imaginación. Hombre afortunado triunfaba en todo lo que emprendía. Una ocasión, queriendo hacerse notar por una mas de sus extravagantes ideas, invito a sus amigos para una apuesta tanto más rara como irreverente: el que se sintiera mas “hombre” entraría al cementerio del lugar a las 12:00 de lo noche, dejando una señal que los demás comprobarían al día siguiente. Pero esta vez, como siempre, Luís daba la idea, mas no la realizaba. Al contrario, proponía que fuera jerónimo, físicamente él más fuerte, al mismo tiempo él más sumiso y en todo momento dispuesto a cualquier cosa por sus amigos. Sin embargo, esta vez hubo uno que dijo: “no es justo, debemos hacerlo a la suerte, el que pierda será el que entre”. Con una moneda se decidió La situación, y ¡OH sorpresa! Correspondería a Luís esta travesura. Aunque en el fondo era cobarde y en esa ocasión sentía temor de un modo particular, tuvo que disimularlo. El grupo se encamino al panteón. Se usaba para entonces, en lugar de abrigo, una amplia capa estilo español. El perdedor, como seña, convenida, clavaría una estaca en alguna tumba de las que están al fondo, pues así atravesaría por completo el campo santo. Luís entro y el animo le sobrecogía; Apenas se empezó a sentir alejado de los demás, y empezó a silbar una tonada cualquiera, así distraía la imaginación y ayudaba a controlar sus nervios. Llego por fin a la ultima hilera de tumbas, en una mano llevaba la estaca y en la otra una piedra que te serviría de martillo. Se dispuso a cumplir su atrevida e irrespetuosa misión. Coloco la estaca sobre el suelo y con la estaca dio tres, cuatro, cinco, seis golpes... en realidad no supo cuántos fueron, sus piernas le temblaban y en su cerebro se agolpaba la sangre, el corazón latía con mucha fuerza y una fría transpiración le bajaba por la espalda... Termino de clavar y ya se disponía a irse, cuando sintió que por detrás de él alguien le retenía con más fuerza. En vano paso el tiempo, Luís no regresaba. Sus amigos no se atrevieron a indagar lo que había ocurrido, y si es bien cierto que en extremo se encontraba apesadumbrado, sin proferir palabra regresaron a sus hogares. Al día siguiente el campo santero. Encontró a Luis muerto y la estaca clavada en el.