Es necesario distinguir aun que mas no sea de manera somera, la diferencia que existe entre ciertos términos comunes al ámbito mágico, los cuales no suelen ser precisados en lo que hace a su sentido como prácticas mágicas específicas. Me refiero aquí a los conceptos: “invocación”,” evocación” y “conjuración”.
Las diferentes aplicaciones que se dan a estas expresiones, están ligadas a la magia moderna. En los textos de autores clásicos como la “Filosofía oculta” de C. Agrippa, no encontraremos –por ejemplo- el término “evocación” y si el de “invocación”.
El termino “invocación”, es un vocablo latino que indica la idea de: “demanda o suplica”.
La palabra “evocación”, también de raíz latina y significa: “llamado”.
Así mismo, la voz “conjuración”, posee un vínculo estrecho con el concepto de “juramento”, conjurar es “jurar juntos, es decir, hacer acto de una fe común”.
La plegaria que elevamos a Dios con nuestras peticiones personales o nuestros ruegos es una “invocación”. En ella, poseemos la certeza de ser escuchados por Dios sin la necesidad de percibir su presencia sensiblemente. En la invocación, las entidades espirituales actúan sin manifestarse, o se manifiestan por medio de sus obras y de su intervención en nuestras vidas.
La palabra evocación remite en términos mágicos a diversas cuestiones. Primeramente, como ya dijimos; “evocar es llamar”. Así como en la invocación, la idea es la de “ser escuchados por los espíritus”, en la evocación es la de “solicitar su presencia y su manifestación sensible”.
Según el abate Trithemo, para evocar un espíritu, es necesario poseer una fuerza espiritual superior a la de este, pues en caso contario, corremos el riesgo de que el mismo nos dañe.
“Evocar un espíritu es penetrar en el pensamiento dominante de ese espíritu, y si nos elevamos moralmente más arriba en la misma línea, arrastraremos a ese espíritu con nosotros y nos servirá; de otro modo entraremos en su círculo y seremos nosotros los que le sirvamos”.
Por otro lado, el vocablo evocar, nos remite –al menos en español- a la idea de “recuerdo”. Evocamos aquello que está detrás de nosotros en el tiempo, aquello que quedó atrás. En este sentido, se utiliza el concepto de “evocación” para aquellas prácticas mágicas ligadas a la “nigromancia”, la cual implica atraer el “doble etéreo” de una persona fallecida, o sea, la imagen que ha perdurado de este en el plano astral. evocar es traer al presente aquello que ya no está más que en el plano astral. Evocar es atraer a la conciencia las imagines del astral, las que se manifiestan a nuestro “diáfano”. Con este fin se utiliza en la magia tanto espejos como esferas de cristal o el mismo Tarot.
“Así la luz astral o el fluido terrestre que llamamos el gran agente mágico esta saturada de imágenes o de reflejos de toda especie que nuestra alma puede evocar y someter a su diáphana,como dicen los cabalistas. Estas imágenes las tenemos siempre presentes y son borradas únicamente por las impresiones más fuertes de la realidad durante la vigilia, o por las preocupaciones de nuestro pensamiento que obliga a nuestra imaginación a estar inatenta al móvil panorama de la luz astral”.
Lamentablemente, muchas personas evocan estas imágenes del astral sin desearlo conscientemente y de un modo caótico. Esto se debe muchas veces a un exceso de sensibilidad natural o disfunciones psíquicas, bajo condiciones de shock e incluso por la ingesta de drogas. Por lo común, quien accede a la luz astral sin un entrenamiento adecuado, accede a los umbrales más bajos de esta en los cuales se encuentran imágenes que luego atormentan y mortifican a la persona corriendo el riesgo de enloquecer.
El mago “evoca” por medio de técnicas y protegido debidamente ya que la luz astral es una fuerza extremadamente poderosa.
Pasemos ahora a la práctica mágica llamada “conjuración”.
Conjurar implica imponer a un espíritu nuestra voluntad gracias a la fuerza de una cadena mágica, de una fe en común.
“Conjurar es oponer a un espíritu aislado la resistencia de una corriente y de una cadena. Conjurare, jurar juntos, es decir, hacer acto de una fe común. Cuando mayor es el entusiasmo de esa fe, más eficaz es el conjuro”.
Conjurar implica imponer la propia voluntad sobre un espíritu. Esta voluntad no es la del mago solamente, si no la de su círculo mágico, sea este formado por hermanos de una fe o cofrades de una logia etc. Así mismo, este circulo, esta voluntad en común con aquellos que creen en lo mismo, debe estar íntimamente unida a una “cadena”, a aquellos espíritus de luz que guíen y protejan a este círculo.
Se puede conjurar a una entidad gracias a la fuerza los espíritus que se expresan por medio de los signos y los rituales de esa cadena. Esto es así siempre y cuando, quien conjura pertenezca al “círculo” de esa cadena, esto es: que pertenezca por fe iniciación al grupo de aquellos que creen. Esta idea es la expresada en el Evangelio, cuando aquellos que expulsaban demonios en el nombre de Jesús sin estar ligados a Él por la fe, ni a sus seguidores por la fraternidad, eran atormentados y maltratados por los mismos espíritus que buscaban conjurar. Es por esto que las conjuras suelen comenzar con la frase: “yo te conjuro en el nombre de…”
“Se puede estar sólo para evocar un espíritu, pero para conjurarle es necesario hablar en nombre de un círculo o de una asociación; y esto es lo que representa el círculo jeroglífico trazado alrededor del mago, durante la operación y del cual no debe salir, si no quiere perder en el mismo instante todo su poder”.
“Es preciso acordarse bien, sobre todo en las conjuraciones, que los nombres de Satán, de Beelzebut, de Adramelek y de los demás, no designan unidades espirituales, sino legiones de espíritus impuros"