Las lamias son seres de aspecto femenino que son parte de la mitología asociada con las hadas y que, según se dice, vivían junto con las ninfas y las dianas, las cuales han habitado siempre espacios naturales como los ríos, las fuentes y los arroyos.
Se sabe que cuando llegó el cristianismo a estas regiones no vio con buenos ojos la creencia de su existencia, por lo que de inmediato las altas autoridades eclesiásticas las empezaron a relacionar con el mal, asociándolas con los súcubos y con otros seres demoníacos.
Aparte de la belleza que siempre ha caracterizado a las lamias, se sabe que su principal característica es la de poseer patas similares a la de las aves palmípedas, además de que pueden vivir cientos de años y que son alimentadas por bondadosas personas que dejan comida en las orillas de los ríos o arroyos.
Su presencia se detecta gracias al bello cántico que sale de sus regocijadas y agradecidas existencias, pero que a pesar de ello, sienten mucho temor cuando alguien se les acerca, razón por la que de inmediato se sumergen en el agua.
Según las tradiciones, las lamias ayudan a las personas de muchas maneras, pero también son muy agradecidas por los regalos y los gestos que reciben de ellos.
Generalmente, ellas actúan a favor de las personas en la construcción de puentes, que debido a la difícil geografía del lugar hace imposible que las personas puedan ejecutar la obra. Por ello, en casos como estos, la gente deja ofrendas y regalos a las lamias, las mismas que al poco tiempo se encargan de colocar un puente natural en esa región.
Existen miles de historias que narran encuentros con las lamias, pero en todas ellas nos queda el sabor de un encuentro dulce y agradable, y que ha mostrado una convivencia de mutua colaboración entre ellas y el hombre.