Aunque a algunos no les agrade mucho, lo cierto es que en la mitología también se hace referencia al mal y a sus orígenes, y cuando hablamos de lo maligno, no podemos dejar de referirnos al mayor de todos: al Demonio.
Según se sabe, existió uno al que puede considerarse como el primer demonio y precursor de todos los demás, el mismo que estaba representado con tres cabezas, una de sapo, otra de gato y la tercera de hombre, y que además tenía patas similares a la de una araña.
Baal es considerado como el primer monarca del infierno, y su presencia y poder ha sido evocado por muchos, los que llegaronn a considerarse como reminiscencias de este mismo demonio.
La mitología cuenta un episodio en el que Elohim –padre de todos los dioses- había sido llamado para evitar que Mot –dios del Inframundo– acabara con la vida de Baal, pero no pudo hacerlo. Aún así, Baal renació.
En un principio, Baal –al que también conocieron como Hadad- fue un dios adorado por los arameos, los que llevaron su culto y adoración por todo el Mediterráneo, y al que en muchas de las referencias bíblicas se le confundía con otros espíritus, pero también da una clara evidencia de que Baal fue adorado por los moabitas.
Para varios autores, Baal es un demonio cristiano, el mismo que es considerado una especie de duque a cuyo cargo están sesenta y seis legiones de otros demonios. Pero en referencias más sensatas, se sabe que el nombre de Baal se usó también para designar a un dios pagano en determinadas regiones.
Se sabe que fue el cristianismo el que en algún momento comenzó a hacer referencias a los dioses antiguos como si se tratara de demonios, haciendo incluso una división de jerarquías de estos seres del infierno, pero siempre destacando a Baal por sobre todos como el primer demonio del tiempo.