Así como el tiempo tal como lo entendemos sólo es una percepción mental (las horas del reloj tan solo sirven para organizar nuestras actividades diarias, ahorrar energía, etc., pero no tienen existencia real); igual ocurre con la muerte y el nacimiento: ni la primera es un fin ni el segundo un comienzo (más bien un re-comenzar). Lo que llamamos “defunción” y “nacimiento” sólo son construcciones arquetípicas de tu nuestra mente, aún sujeta a la idea de la unicidad de la vida.
La casa planetaria sólo representa una estación de paso en nuestra trayectoria vital. Esto es algo que percibieron los sabios que alcanzaron el conocimiento en todas épocas y culturas. Entre otras cosas porque NO somos nuestro cuerpo; este tan solo representa un temporal momento de expresión que sirve para la trayectoria evolutiva de nuestra alma o Yo imperecedero. Nuestra biología no retrata nuestro Ser en su totalidad, sino que tan solo expresa un momento específico de este. Y si partimos de la base de que, al margen de nuestras identificaciones y automatismos mentales, no somos el cuerpo (más bien el cuerpo es nuestro); ineludiblemente nos forzamos a dudar sobre aquello de que terminamos por extinguirnos. Lo más lícito y natural sería pues que nos ausentemos del envoltorio biológico… no que desaparezcamos en la nada.
“Fallecemos” según las premisas ideológicas y sociales del mundo, pero en realidad regresamos a la realidad espiritual inmanente, aquella de la que partimos innumerables veces: nuestra verdadera casa. Los renacimientos en este planeta-escuela hacen de este mundo nuestro hogar…temporal.
Nuestra sociedad no nos instruye para las verdades universales, a pesar de que formamos parte de esa misma verdad creadora y eternamente existente. Por ello, una asignatura aún pendiente es preparar para la muerte, y no como camino a la desaparición en la nada, sino como estado de transición entre una realidad de vida y otra. Algún día esto será tan natural como lo es hoy la preparación para un parto…
Hoy nos educan, aunque sea implícitamente, para “desaparecer”, en el sentido de dar por hecho que nuestro ser se extingue (lo que no deja de ser fruto de una “creencia”); sin embargo, con el hombre elevado del mañana, aquel consciente de su realidad inmortal, nos educarán para “proseguir” nuestra marcha evolutiva más allá de los intervalos (pues no son otra cosa) de ocasos y nacimientos. Sin embargo, si vivimos inmersos en el reino de Dios y este lo es todo… Si Dios es vida y todo es expresión más o menos perfecta de la divinidad ¿Es que hay espacios sin vida llenos de “nada”? Es poco probable que sea así.
Todo es vida, dentro y fuera de nosotros… más allá de lo que nuestros sentidos limitados alcanzan. La muerte es un concepto erróneo propio del hombre “viejo” desconectado de su ser superior y, por lo mismo, de la gnosis.
El existir no es algo que empieza y termina, es un continuum por el q nuestro ser espiritual transita, en un intervalo cuántico que lo hace “hombre” o “espíritu” según la frecuencia vibratoria que lo empuja a uno u otro aspecto de la vida.