Quién no dice una mentira de vez en cuando, para salirse con la suya? O para tapar algo que no queremos que se sepa. De hecho, me consultan muchas personas con esta temática. Mas cuando tejemos una maraña de mentiras y no sabemos cómo salir, nos vemos enredados en un problema serio. Y si quien desfigura los acontecimientos es otra persona, tal vez nos veamos inmersos en asuntos en los que no deseamos formar parte. Este es otro laberinto con salida.
El tergiversar los hechos no es solamente una diferencia de mapas, con la que a menudo solemos toparnos al relacionarnos y comunicarnos con otras personas. Algunas personas mienten casi todo el tiempo. En muchos casos, descaradamente. Modifican sucesos, lugares, nombres, fechas. Lo peor de esta situación es que se creen sus propias mentiras. Inventan un mundo paralelo en el que imponen sus propias reglas. Creen que así todo está bajo su control.
Al desenmascararlos, o tratar de hacerlo, sobreviene un gran enfrentamiento. “No recuerdo lo que me dices”. “Eso nunca sucedió, yo no pude haber hecho ese comentario”. “Las cosas son como yo digo, tú no tienes ni idea”. Pueden hasta ponerse violentos si los enfrentamos con los hechos tal como sucedieron. Sus relaciones personales sufren. Las laborales, también, ya que pierden credibilidad.
Todos conocemos personas que mienten, ocultan o desfiguran la realidad. Si lo piensas detenidamente, en varias oportunidades tú mismo has apelado a este recurso para obtener algo que deseabas o para esquivar algo que no querías que sucediera. El problema se suscita cuando alguien no puede dejar de mentir, cree las cosas que inventa, se enfrenta a quienes desautorizan sus ideas y esto incide en su comportamiento cotidiano y en su interacción con los seres de su entorno.
yO creo que para algunas personas la mentira se transforma en algo que en cierto momento ya no pueden controlar. Han tergiversado la realidad, tantas veces, de una miríada de maneras diferentes, y hallan casi imposible dejar de hacerlo. Su necesidad de despegarse de lo que en verdad sucede es tan grande que apelan a cualquier recurso para guarecerse. Es un mecanismo de protección aprendido con los años. Al no poder enfrentarse a duras verdades que los entristecían, creaban otras basadas en su frondosa imaginación. Y esto se transformó en un hábito. Es otra de las maneras de escapar del presente.
El mentir provoca un aislamiento emocional importante. Es tanta la energía que se pierde al tratar de sostener algo que no es real, que la persona queda agotada y se encierra aún más en sí misma, lo que la disocia del resto de la gente.
Otro factor que incide y aumenta el aislamiento es el miedo a ser descubierto. Para algunas personas este miedo llega a ser un aliciente, ya que prueban su inteligencia y la comparan con la del resto de las personas, ¿se darán cuenta que lo que digo no es real? ¿O seré yo más inteligente y capaz que ellos? En este juego perverso, la adrenalina que se genera es comparable a la de personas con problemas de adicción. Creen que pueden dejar de mentir en cualquier momento, cuando lo cierto es que se hunden cada vez más en las historias que crean. Esperan que los demás no se den cuenta del problema que realmente les aqueja.
¿Se puede ayudar a cambiar a alguien que presenta este comportamiento? Claro que sí, siempre y cuando contemos con la determinación de cambiar de dicha persona.
Si en tu caso, creaste una irrealidad en algún área de tu vida y decides ponerle punto final a esta situación para vivir en paz contigo mismo de aquí en adelante, ten en cuenta que además de experimentar una gran sensación de alivio y confianza plena en ti, algunas personas pueden llegar a enojarse o a desaprobarte al darse cuenta de lo que estuvo sucediendo. Se producirán ciertos cambios en tu entorno que, a su debido momento, te darás cuenta que fueron para bien. Hay que pasarlos con voluntad férrea y la decisión de hacer, finalmente, lo correcto.
Hace tiempo leí en un libro una cita que decía: “El 50% de la gente te querrá, hagas lo que hagas, y el otro 50% de la gente no te querrá, hagas lo que hagas”. No hay nada mejor que vivir en la realidad y aceptarla, es sano, acerca la tan deseada tranquilidad mental y emocional… ¡y es bien posible lograrlo!.