A veces hacemos cosas o “cometemos errores” de los que después nos arrepentimos… pensamos que tener éxito implica hacer lo correcto siempre y obtener los mejores resultados en todo lo que hacemos…
Pero no es así. Claro que tenemos la intención de lograr nuestros objetivos cada vez que entramos en acción, y además es necesario que nos demos el permiso de tener desaciertos… de llorar, de reír, de enojarnos por lo que dijimos o hicimos (¡incluso no hicimos!), de saber que aunque tratamos y lo deseamos mucho, no pudo ser…
Todo esto le da sentido a nuestra vida. Los pseudo “errores” que cometemos reafirman nuestros sueños y nuestras metas. Nos guían. No hay día sin noche. Ni luz sin oscuridad. Ni frío sin calor. Algunas veces, simplemente, hacemos mal las cosas, y otras son solo aciertos. Si nunca tuviéramos un obstáculo en nuestra vida, no tendríamos la posibilidad de desarrollar muchas de nuestras capacidades y aquellas partes de nuestra personalidad que, de otro modo, quedarían latentes y nunca descubriríamos.
Siempre hacemos las cosas de la mejor manera que podemos en ese momento, con los recursos con los que contamos y todas nuestras emociones a pleno. Tratémonos bien si hicimos o dijimos cosas que nos hirieron en cierto momento, ya que todo tenía una razón de ser. Lo que vendrá será mucho, mucho mejor.