Durante años te sentiste solo en las más diversas situaciones. Rodeado de gente, en la escuela, en el trabajo o en tu casa. No importaba con quién estuvieras, había momentos en los cuales te embargaba una soledad tan inmensa y un vacío tan pesado que hasta se te dificultaba respirar. Si aún crees que esta situación no tiene salida… tienes dentro de ti todo lo humanamente necesario para disfrutar cada día de tu vida, ¡eres un ser suficiente!
El sentimiento de soledad permanente es una constante en la vida de muchos individuos. Aunque estemos permanentemente ocupados en nuestro trabajo, con nuestra familia, y llenemos todo nuestro tiempo con cosas reales o imaginarias (como por ejemplo, preocupándonos por un futuro tan incierto como impredecible) nos sentimos vacíos con frecuencia. Tratamos de no tener ni un minuto libre durante el día y de caer rendidos en la noche para evitar conectarnos con nuestras emociones y nuestra propia intimidad. ¿Qué pasaría si nos enfrentáramos a ellas? ¿Qué descubriríamos? ¿A qué le tememos?
La impresión de estar solos suele ir acompañada de una certeza infundada de no pertenecer al lugar en el que estamos, o de que no nos quieren allí por algún motivo. Lo que deja entrever un nivel bajo de autoestima, generado por alguna situación real o imaginaria del pasado. La mismísima Madre Teresa de Calcula pregonó que “La soledad y la sensación de no sentirse querido son la pobreza más grande”.
Si creemos que sólo por vivir cada día a las corridas, llenos de ocupaciones, la sensación de soledad va a desaparecer como por arte de magia, no estamos haciendo lo correcto. Tampoco si nos rodeamos de gente permanentemente y evitamos estar solos. Si hay un tema personal inconcluso que está pidiendo a gritos que lo enfrentemos, y por eso perturba nuestra tranquilidad, va a seguir haciéndose notar hasta que le ofrezcamos unos momentos de nuestro tiempo para que salga a la superficie. Si decidimos seguir dejándolo en la oscuridad va a continuar provocando angustia y desajustes hasta que aflore.
Cuando nos sentimos profundamente solos en la intimidad de nuestro ser, suponemos que no contaremos con la entereza interna para convivir con lo que provoca ese vacío. ¡Claro que la tenemos! ¡Somos seres humanos suficientes, con un potencial a desarrollar esperando ser descubierto! Tenemos dentro de nosotros todos los recursos necesarios para dar la cara a las situaciones que se nos presenten, o que se nos presentaron. Podemos gozar de una vida equilibrada y satisfactoria, sin la necesidad de caer en conductas indeseables que hasta ahora hemos asumido como propias.
Con sólo dedicar unos minutos una vez a reencontrarnos con esa soledad que nos embarga bastará para reencauzarla de otro modo. Vale la pena afrontar ese vacío interno sólo una vez para darnos cuenta que sí podemos convivir con él. ¡Somos seres suficientes y podemos lograrlo! ¡Nos reencontraremos con energía que había quedado atascada por mucho tiempo en nuestro esfuerzo por alejarnos de la soledad y del vacío!
Éste es un buen momento para dejar que esa soledad aflore. ¿Escuchas tu propia voz o la de algún familiar cercano que te desalienta, pone trabas a tu expansión personal y te impide conectarte con tu verdadera esencia? ¿Resuenan en tus oídos palabras con contenidos negativos o comparaciones? ¡Es hora de cambiar ese casete! Y de volver a grabarlo con tu propia voz y con afirmaciones positivas que eleven tu autoestima al nivel en el que tiene que estar. No permitas que nadie te menoscabe, ni en persona ni mediante el recuerdo de lo que te han dicho. Trata de cambiar esas palabras dentro de tu mente una sola vez y verás cómo te sientes. La idea es que asumas esta actitud cada vez que se te presente una situación similar. Ponte en tercera posición las primeras veces, si lo consideras necesario, hasta que te acostumbres al mecanismo y se transforme en una competencia inconsciente.
Sigue conectándote con tu soledad, ¿salen a la superficie hechos del pasado? ¿Imágenes, voces, lugares, personas? Aunque no estén muy nítidos o pasen delante de ti como una película, igual vas por buen camino. Déjame recordarte que todo eso es cosa del pasado, y es hora de dejarlo partir, con amor, para poder situarte en el presente, aquí y ahora. Pasa a tercera posición, la del observador, y míralos como detrás de un vidrio, por última vez. Respira hondo y salúdalos, lentamente, tuvieron un lugar importante en tu vida hasta hace unos minutos y ha llegado la hora de liberarlos. Eres una persona completa y suficiente y ya no necesitas vivir y revivir esos hechos que te aíslan de este momento, tienes a tu disposición lo necesario y suficiente para manejarte con soltura en el presente.