Arte de evocar a los muertos personas y animales y de adivinar el futuro por la inspección de los cadáveres.
Los griegos la utilizaban y principalmente los Tesalienses, rociaban con sangre tibia un cadáver, y crían tener luego ciertas contestaciones sobre el futuro.
Los que consultaban debían haber hecho antes la expiación aconsejada por el mago que presidía la ceremonia y también había que apaciguar con algunos sacrificios las manos del difunto, quien sin estos preparativos se mantenía siempre sordo a todas las preguntas.
Los asirios y los judíos utilizaban también este proceso adivinatorio, los judíos mataban a los cabritos torciéndoles el cuello, luego le cortaban le la cabeza, la salaban y la embalsamaban, posteriormente grababan en una lamina de oro el nombre del espíritu maligno para quien habían hecho este sacrificio, colocaban la cabeza encima de la lamina, la rodeaban de cirios y la adornaban como a un ídolo y este les contestaba. Necromancia: del griego nekros, que significa “cadáver” y mancia, que significa “profecía”. Se trataba de invocar a los espíritus de los muertos, para la adivinación. La creencia era que los muertos, al haberse liberado de la vida en el plano terrestre, tenían acceso a datos sobre el presente y sobre el futuro, una información que estaba fuera del alcance de los vivos.
La necromancia aparece en la Biblia, se practicó en las antiguas Persia, Grecia y Roma, y vio renovada su popularidad en Europa durante el Renacimiento.
Algunos necrománticos intentaban resucitar cadáveres de verdad (algunos fueron acusados de querer enviar a esos cadáveres a atacar a los vivos), pero la mayoría se conformaban con convocar sólo al espíritu del muerto, celebrando rituales encima de su tumba, en los que pronunciaban encantamientos y dibujaban en el suelo palabras y símbolos mágicos. Muchas veces, el necromántico se rodeaba de cráneos y otras imágenes de la muerte, se vestía con ropas robadas a un cadáver y concentraba todos sus pensamientos en la muerte, mientras aguardaba a que apareciera el espíritu. Cualquier pequeña señal, por ejemplo, el temblor de la llama de una vela, se podía tomar como indicación de que el espíritu se encontraba presente. Entonces, el necromántico le hacía preguntas.
Aunque el propósito de la necromancia no siempre era el de hacer daño a alguien, en general se consideraba que el proceso de convocar a las almas de los muertos (y quizá molestarlos) era algo inmoral y despreciable, por lo que se ganó su puesto en la categoría de las artes oscuras