Cuenta una antigua leyenda hindú que Himalaya, dios de la gran montaña, tuvo una hija de gran belleza a la que puso de nombre Ganga, conocida también como Maa Ganga (madre Ganges) o Ganga Devi. La diosa Ganga fue en principio esposa de Visnú, hasta que éste decidió cederla como tal a Shiva. Tiempo después también se convirtió en la consorte de un rey, en concreto del rey Shantanu.
Precisamente estando casada con el rey Shantanu, la diosa Ganga jugó un papel importante en el nacimiento de los Vasus, los ocho dioses del día: viento, fuego, agua, amanecer, luz, luna y estrella polar. Según relata la mitología, estos dioses sufrían una terrible condena que lo obligaba a nacer de nuevo pero como seres mortales. Ganga, apiadándose de ellos, se convirtió en la gran madre de todos con la promesa de acabar con su existencia nada más nacer, buscando así obtener nuevamente para ellos la inmortalidad. Y así lo hizo…
Pero llegó el momento de acabar con el último de los recién nacidos, Bhishma. En ese instante apareció el rey Shantanu y evitó el infanticidio. Bhishma, ya convertido en hombre, terminaría siendo convirtiéndose en uno de los principales héroes de la gran epopeya mitológica hindú conocida como Mahabharata.
Cuenta la mitología que, en un principio, fue el dios Brahma, el creador del universo, quien dio vida al Ganges alimentándolo del sudor de uno de los pies de Vishnú, el dios conservador, pero que por ese entonces el río tan sólo corría por el cielo. Fue Shiva, el dios destructor, quien un día bajó las aguas del cielo hasta la tierra para con ello liberar a la gran cantidad de almas que habían sido condenadas por los dioses. Además, estas aguas sagradas, que brotan de la divina cabellera de este dios, buscan calmar la sed de las tierras de cultivo.
Pero conozcamos otra versión de este mito… Sagara, rey mortal, engendró 60 mil hijos. Cierto día, enfrentado al dios Indra, dios del cielo visible, por el robo de su caballo, ordenó a todos sus hijos que buscaran al valioso animal. Para ello habían de llegar al reino de Patala, el cual se encontraba en lo más profundo de la tierra. Y justo aquí lo encontraron. Pero erraron al culpar y golpear a un anciano, Kapila, que encontraron cerca del caballo pensando que era el propio Indra. Kapila los azotó con tal terrible mirada que terminaron agonizando y muriendo entre las llamas que surgían inexplicablemente de sus propios cuerpos. Después, tendrían que vagar eternamente como almas malditas.
Ansuman, nieto del rey, rogó por el perdón de Kapila y éste se lo concedió, pero al mismo tiempo le dijo que las almas de los hijos de Sagara regresarían de su eterno destierro sólo cuando las aguas del Ganges bajaran del cielo a la tierra.
Fue Bhagiratha Raja, hijo de un hijo de Ansuma, el que lanzó el definitivo ruego a Brahmá, y éste le concedió el que Ganga, la diosa, descendiera desde el cielo para purificar con su divino elemento las cenizas de lo que antes eran cuerpos. Pero tanta era la altura entre los dos mundos, que también pidió a Shiva que creara un camino entre ellos dos para que la fuerza de las aguas no devastara la superficie de la tierra.
Entonces Ganga bajó primero hasta la cabeza de Shiva y entre sus cabellos se dividió en siete ríos, el mítico Ganges y sus afluentes. Así llegó el agua divina hasta el hondo agujero por el cual habían bajado al inframundo los Sagaras, lo inundó liberando sus almas y dio origen a un gran océano.
Hoy en día el Ganges sigue siendo considerado como un río sagrado. Bañarse en él supone la purificación del cuerpo y del alma.