Kali, en la mitología hindú, está considerada como la diosa de la destrucción y de la muerte, y parte importante en el mito de la creación del mundo. Como diosa temible, agrupó bajo su culto a una secta que ha sido históricamente considerada como una de las más sangrientas: la de los thug, palabra cuyo significado es el de “engaño”.
Su origen se basa en el libro sagrado del hinduismo, el Purana, que es donde se relata el mito de la creación del mundo anteriormente mencionado. Cuenta la mitología hindú que un demonio habitaba la Tierra y la dominaba, impidiendo que los humanos pudieran establecerse en ella. Kali fue la diosa que se enfrentó a él, pero ocurría que por cada herida que el demonio recibía, y de cada gota de sangre que de ella manaba, surgía un nuevo demonio. Kali entonces creó de su sudor a dos hijos que la ayudaran en la batalla, dándoles dos pañuelos anudados, llamados “rumal” con los que acabar con el demonio estrangulándolo.
La tradición thug considera a aquellos dos hijos de Kali los primeros thugs de la Historia, y aquel pañuelo denominado “rumal” se convirtió con el paso del tiempo en el arma más mortal que se ha conocido. Y es que a los asesinos de esta secta sangrienta se atribuyen más de dos millones de muertes.
Aunque las primeras menciones a esta secta se remontan al siglo XIV, lo cierto es que las primeras persecuciones contra los thugs las hicieron los británicos en el siglo XIX. A principios de siglo, los ingleses estaban recién instalados en la India, y pronto comenzaron a notar la desaparición de colonos y caravanas que eran asaltadas y cruelmente castigadas. Un médico del ejército británico, Sherwood, fue quien más conoció de esta secta a la que comenzó a estudiar cuidadosamente. Eran introducidos desde muy pequeños, e incluso participaban introduciéndose en las caravanas como niños necesitados y pobres a los que acogían.
Desde aquellos primeros años del siglo XIV hasta bien entrado el XIX, los thugs se movían sigilosamente estrangulando a sus víctimas con el rumal, pero luego les mutilaban las orejas, la nariz o incluso el corazón. Aquellos mercaderes que atravesaban sus territorios eran sus víctimas, como siglos después lo fueron los “demonios” ingleses o los aliados de los colonizadores. Tras su clandestinidad y meticulosidad se escondía una organización casi perfecta y sobre todo, una base religiosa radical, pues creían que con cada muerte que ocasionaban, retrasaban la vuelta de Kali a la Tierra durante 1.000 años.
Hoy día, por suerte esa secta ha dejado de operar tan masivamente, aunque aún siguen apareciendo de vez en cuando cadáveres mutilados bajo el ritual thug.
El templo del culto a Kali se encuentra en Calcuta, en el corazón de la Ciudad de la Alegría