Mensajeros divinos, los ángeles están siempre dispuestos a atender nuestras plegarias. Y es que Dios quiere que cada uno de nosotros tengamos una protección especial, alguien a quien siempre podamos acudir.
Para contar con la ayuda de estos seres protectores, hemos, en primer lugar, de creer en ellos y de llenarnos de pensamientos de amor y de armonía. Si nos dejamos arrastrar por el mal humor y la agresividad, no podremos abrir el canal necesario. Aún cuando sintamos que todo va mal, hemos de concentrarnos en la idea de que el amor superior nos ayudará. Te bastará con encontrar un lugar tranquilo donde ponerte cómodo, y, sin miedo ni pudor, ponerte a hablar con ellos, como el que tiene a un amigo a su lado. Luego párate a escuchar y verás surgir ideas nuevas en tu cabeza, las ideas que los ángeles te envían.
Por supuesto, es importante que estés convencido de tu vinculación con Dios, que reces con fe, que te encomiendes a estos guardianes y que aceptes sus sabios consejos. Puedes hablarles en voz alta o simplemente cerrar los ojos y pensar, enviándoles tus pensamientos. Personalmente recomiendo hacer sonoros tus pensamientos, pues las palabras que se dicen, que se repiten, tienen mucho poder.
Es importante también que lo conviertas en un ritual y que tengas, cada día, un ratito así para tí, para otorgarle fluidez a la relación con tus ángeles, con tu parte mística.
Eso sí, para que tus peticiones sea atendidas, como es lógico, ha de ser el momento apropiado para ellas y no deben de ir en contra de otras personas. Los ángeles no te escucharán si lo que buscas es herir, emocional o fisicamente, a alguien o ir en contra de tu propio destino.
Ponte una música tranquila, respira sosegadamente, siéntete libre y en paz y cuando hayas desahogado tus emociones, escucha… te sorprenderá lo fácil que resulta.