Cada persona tiene su Ángel de la Guarda, desde que nace, sea o no creyente. Ese ángel se dedica por completo a esa persona que tiene a su cargo y:
- Le protege del mal y las tentaciones del demonio.
- Le acompaña en su vida diaria.
- Le ayuda a conseguir sus deseos si se los pide con el corazón.
- Le guía a través de divinas inspiraciones para que comprenda a Dios.
- Le consuela de sus penas.
Su naturaleza espiritual implica muchos poderes y posee una perfección en comparación con nosotros, pero:
- Igualmente, no conoce los secretos de Dios.
- No sabe el destino del hombre.
- Conoce mejor nuestras acciones que los pensamientos.
- No puede predecir el futuro, ni siquiera el suyo, pero nos avisa.
Ahora bien, su sabiduría y poderes dependen de Dios. En realidad se comportan como un humano muy sagaz y poderoso, como un buen juez y psicólogo. Lo más importante para contactar con nuestro ángel es imaginarlo como nuestro mejor amigo.
Esta creencia puede parecer ridícula para alguien que solamente cree en la ciencia, pero eso no indica conocimiento, sino ignorancia e incredulidad por aquello que no cree. Cada vez que nos sentimos solos o desgraciados, nos olvidamos de que a nuestro lado está nuestro ángel guardián sufriendo por nuestro dolor. Pero aunque esté a nuestro lado, los problemas debemos resolverlos nosotros y sólo recurrir a él cuando sean insalvables. Incondicionales y fieles, esperan que les pidamos ayuda, que contemos con ellos y que presintamos su compañía