Según la tradición esotérica, en el abismo mora una categoría de seres
conocidos con el nombre genérico de luciferianos, los cuales se encargan de
recoger las energías derramadas, de administrarlas, formando con ellas unas
fuerzas que en la jerga esotérica reciben el nombre de dragones, perros,
culebras u otros animales míticos. Los luciferianos son de alguna manera, los
"banqueros" del abismo. Ellos pertenecen a la generación de los ángeles, pero en
una etapa de su evolución se vieron desconectados de su oleada de vida y
sufrieron una degradación. No insistiremos sobre su problemática, ya que ha sido
tratada en el libro antes mencionado. Estos seres actúan a modo de barrenderos
cósmicos ocupándose de recoger en primer lugar las energías no utilizadas, y en
segundo lugar las que proceden de edificaciones y realizaciones humanas que se
han hundido por no respetar las leyes cósmicas. Estas realizaciones han dejado
al descubierto unas energías creadoras que destruirían el mundo si se les
permitiera circular libremente, sin el envoltorio material que las neutraliza.
Ésta es precisamente la función principal de este banco de desperdicios también
llamado abismo, infierno, esfera qlifótica, o agujero negro en términos
científicos, se trata de zonas marginales donde estas energías no pueden
perturbar. Allí, los luciferianos recogen las 72 clases de esencias degradadas y
constituyen con ellas 72 personalidades que llevan el mismo nombre que los
genios de los cuales proceden, son los llamados genios contrarios o genios del
abismo.
Estos genios del abismo se nutren del alimento cósmico, y posteriormente
nos inyectan de nuevo las energías desperdiciadas para que las reutilicemos en
nuestros trabajos humanos. Porque cada ser humano tiene, realmente como si de un banco se tratara, una cuenta abierta en este abismo, y a cada uno le debe ser
restituida la cantidad exacta de energía que ha desperdiciado. Pero esta vez, ya
no nos dejan escoger, ya no nos dicen las cosas por las buenas, y entonces nos
ocurre lo que al niño pequeño que se ha negado a atender las lecciones de sus
progenitores: recibe una lección en forma de cachete, castigo o reprimenda.
Estas energías procedentes de las fuentes subterráneas ya entran al revés, por
los pies en lugar de por la cabeza, penetran por Malkuth en vez de por Kether,
por ello se manifiestan a través de las anécdotas materiales. Los programas son
también inversos: allí donde los genios de arriba habían puesto amor, los de
abajo ponen odio, donde unos habían depositado comprensión, los otros ponen
intolerancia, etc. Es el sistema "al revés te lo digo para que me entiendas". La
otra particularidad de estas energías degradadas es que en ellas ya no existe el
principio de libertad sino el de obligatoriedad, nos vemos obligados por las
circunstancias a convertir en actos los impulsos que, al ser rechazados desde
arriba, nos vienen por abajo y ello da lugar a un mundo que se organiza al revés
de como debería ser.
Por otro lado, es importante tener en cuenta que las fuerzas de abajo o
luciferianos no pueden permanecer en nosotros de forma estable, no existen en el
ser humano moradas para ellos, por ello suelen descargar sus impulsos de forma
rápida. Sólo pueden permanecer en nuestros espacios interiores cuando existe en
nosotros una voluntad permanentemente renovada de mantenerlos. Lo cual es muy
peligroso porque puede llevar a la destrucción de nuestro vehículo, o a la
parálisis, como se verá en el texto.
Al principio de la Creación, el hombre consumía muy pocas energías
procedentes de la fuente celestial, porque no estaba preparado para asimilarlas,
y caían al abismo abundantes fuerzas creadoras, que nos eran restituidas desde
allí. Y ello ha dado lugar al mundo al revés en el que vivimos, hasta tal punto
que en cuanto aparece un individuo que actúa de acuerdo con la dinámica cósmica,
es visto como un enemigo de la sociedad y es neutralizado como si fuera un
criminal. Es lo que le pasó a Jesucristo y está sucediendo con todos los hombres
que, de algún modo, se comportan como él. Actualmente, seguimos utilizando, de
forma preferente, las fuerzas que nos vienen de abajo, como prueba de ello, no
tenemos más que repasar los programas de los genios del abismo y mirar la
crónica de sucesos.
El trabajo del hombre nuevo, el que ha de protagonizar el Tercer Milenio,
consiste en establecer el orden cósmico en la tierra, de manera que todo
funcione aquí abajo como funciona en el cielo. La clave para lograrlo pasa por
la utilización de las esencias depositadas en nuestras moradas filosofales para
la edificación de nuestra vida. De esta manera, cesará el continuo derrame de
energías del abismo y no nos veremos en la obligación de hacer las cosas al
revés.
La dinámica de los genios, tal como queda explicada, aclara al mismo
tiempo el problema del mal. Algunos filósofos han creído ver en la divinidad un
lado bueno y otro malo. Otros imaginan que Dios somete al hombre a tentaciones,
que lo tortura, lo abrasa en un incendio, o lo hace enfermar, tan sólo para
comprobar su grado de fidelidad. A través del estudio del programa de los
genios, comprobamos que no es así y que todo el mal procede de nuestra
ignorancia, de nuestra incapacidad para interiorizar las energías creadoras y
convertirlas en actos concretos. Desperdiciar las energías divinas es lo que
genera el mal, un mal episódico, circunstancial y que se irá eliminando a medida
que el hombre evolucione. El mal acumulado nos sigue de encarnación en
encarnación y por ello aparecen en el mundo seres deformes o enfrentados con
destinos adversos. Cuando en una vida plantamos las semillas del mal, o mejor
dicho, del error, en la siguiente estas semillas arraigan en nuestro interior y
ya nada funcionará como es debido mientras no las extirpemos. El antídoto del
dolor o de las dificultades es siempre un cambio de dinámica en nuestro
comportamiento. En ese sentido, es importante recalcar que la forma de anular
los efectos del mensaje negativo de cada genio consiste en trabajar la parte
positiva, y meditar sobre ello permite esclarecer no pocos dilemas filosóficos.
Por ejemplo, vemos al analizar el genio número 1 que la cólera, o sea la
violencia es el resultado de una inhibición de nuestra voluntad, de nuestra
capacidad de crear cosas nuevas. Ello nos lleva a pensar que para luchar contra
la violencia juvenil, pongamos por caso, conviene fomentar la creatividad de los
jóvenes, facilitándoles los útiles y condiciones necesarios para ello