Hay padres que no permiten que los hijos partan. Los hijos necesitan sentirse seres individuales, independientes, con diferentes opiniones y creencias. Así es como construyen su propia identidad y se encaminan hacia la vida adulta. El problema viene cuando los padres no permiten que este desarrollo natural se produzca. Es entonces, cuando atan a sus hijos, queriendo que no se separen de su lado convirtiéndolo en un “hijo ancla”. Algunas veces los padres toman desde la concepción a un hijo o hija para anclarlo a ellos, a sus vidas y a sus destinos. Suelen mencionar frases como: “Este hijo es para mi vejez”, “este es por si su papá se va”, “este es mi felicidad”, “este es para no sentirme sola”, “este se hará cargo del negocio de la familia”. O más frases como: “Éste no se va a casar, se quedará conmigo”, “todos pueden irse, pero tú no”, “si éste está, su papá no nos dejará”, “tú me cuidarás en mi enfermedad”, “tú estás para ayudarme con tus hermanos cuando yo me muera”, “tú harás o estudiarás lo que yo no pude”, “tú eres mi única compañía”, “tú eres mi padre y/o madre”, “tú eres lo que da sentido a mi vida”, “tú eres mi apoyo”. Todas estas frases, dichas o pensadas, son una condena y un mandato que los hijos perciben y cumplen por amor ciego, amor infantil, con un contrato que llevan firmado en su corazón y lo cumplen. Hijos que jamás se han ido de la casa de sus padres; deseando hacerlo. Hijos que creen que tienen qué cuidar a sus padres de viejos, también llamados los hijos “bastón“. Hijos que cargan con el mandato de viajar con sus padres, de pasar las fiestas con ellos, de tener que hacerlos felices como una obligación y a costa de conflictos y disgustos con sus propias familias. Hijos que no se han casado o formalizado con ninguna pareja porque están atados simbólicamente con mamá o con papá. Hijos que se hacen cargo de sus hermanos por promesas hechas a los padres en su lecho de muerte. Cuando los hijos no logran independizarse emocionalmente de los padres, se convierte en adultos con una gran carga emocional. Se sienten culpables por tener una vida propia, alejada de su familia de origen. Es necesario revisar si papá o mamá fue un hijo o hija ancla en su sistema. Quien la detiene, retiene y no pudo avanzar; debe sanar el impacto generacional de ello. ¿Cómo darte cuenta si eres un hijo ancla? Si eres un hijo o hija que no avanza en sus proyectos, que no logra tener pareja, que vive en casa paterna (aunque ellos estén muertos). Si tienes una profesión que no disfrutas o vives como un sacrificio como médico, psicoterapeuta, enfermera, asistente social, trabajo con ancianos. Eres un hijo ancla. Si no puedes viajar o concretar viajes aún teniendo los recursos. Si estás en el negocio de tus padres y tienes qué dar y repartir a tu papá, mamá o hermanos. Eres un hijo ancla. Si te casaste y tuviste qué llevar a vivir contigo a tu mamá, papá o hermanos adultos; eres un hijo ancla. Si vives con la obligación de cuidar a tus padres, si regresas a vivir con tus padres después de divorciarte, si no se cumple ningún proyecto de vivir lejos, o en otro país; sólo si das dinero para la vejez de tus padres, eres un hijo ancla. Si sufres dolores, calambres, entumecimiento en piernas, tobillos y rodillas cada vez que planeas algún proyecto que te aleja de tu mamá o papá, eres un hijo ancla. ¿Qué hacer para sanar? Los padres difícilmente sueltan a los hijos, menos si han creado un proyecto así desde el alma. Pero si tú en algún momento lo pensaste, lo dijiste porque en ese momento era tu nivel de conciencia, mira a tu hijo o hija a los ojos y dile: “Hijo, te libero de mi, de hacerte cargo de mi enfermedad, de mi vejez, de mis carencias, de mis palabras”. Nuestras palabras y miedos atan a nuestras generaciones. Tienes el permiso como hijo de liberarte del mandato de tus padres sin que sientas culpa. Puedes dar o aportar para su vejez. Pero no son tu responsabilidad a memos de que sean ancianos, estén gravemente enfermos y estén en total desamparo. Otorgar alas a los hijos para que vuelen en libertar, es el regalo más grande que podemos dar como padres. Ningún hijo debe quedarse anclado al lado de la madre o el padre. Los padres sabios planean y tienen una visión para no sobrecargar a ningún hijo. “Cuando dejo ir lo que soy, me convierto en lo que podría ser. Cuando dejo ir lo que tengo, recibo lo que necesito” -Lao Tse