Con frecuencia, percibimos nuestros sueños como enigmas a descifrar y deseamos desvelar rápidamente su significado, nos esforzamos en descubrir su mensaje. Sin embargo, paradójicamente, esta actitud suele llevarnos a una ignorancia aún mayor.
Y es que las interpretaciones precipitadas son limitadas, cuando no totalmente erróneas, e impiden que los contenidos inconscientes lleguen a tocarnos en profundidad. De hecho, muchos sueños no necesitan ser interpretados y es preferible escucharlos con atención, disfrutar de su lenguaje y observar cómo nos afectan.
Hay que saber acogerlos con una actitud receptiva y, antes de comprenderlos, permitir que te emocionen de nuevo, sentir cómo te conmueven, te asustan, te entristecen, te divierten..
Al interpretar un sueño espontáneamente, lo hacemos a partir de patrones emocionales conocidos. Eso proporciona una sensación agradable de control, pero también nos cierra a otras posibilidades; dejamos de estar atentos a lo novedoso porque nos creemos en posesión de la “verdad”.
Es importante, pues, que te mantengas en la incógnita el tiempo necesario para contactar con aquello que desconoces de ti mismo, dejar que el sueño tome las riendas y convertirte en una caja de resonancia de lo que está expresando. Se trata de armonizar con la fuerza de lo inconsciente, pero no pasivamente.
De hecho, puedes hacer varias cosas para “estar” con el sueño: escribirlo en tu diario describiendo los detalles, realizar una obra artística que reproduzca alguno de ellos o, simplemente, dejarte sentir una escena concreta en el cuerpo sin pretender entenderla...
PRACTICA EL ARTE DE SOÑAR
Si te relacionas con tus sueños desde tu propia creatividad, puedes conectarte profundamente con su sabiduría.
Te proponemos tres pasos:
DA VIDA A LAS IMÁGENES
Intenta representar alguno de los elementos del sueño (un objeto, un personaje...) que te parezca destacable.
Puedes hacerlo de varias maneras: realiza una figura con arcilla o una máscara, dibújalo o píntalo, muévete espontáneamente o baila una danza que lo represente, recoge objetos que tengan su energía o que se parezcan a él (pueden ser objetos naturales, como hojas, ramas, piedras; o artificiales, como fragmentos de juguetes, cartas, objetos de escritorio...).
SUÉLTATE SOBRE EL PAPEL
En cuanto hayas terminado, practica la escritura automática durante unos minutos. Ponte más surrealista que el propio sueño. Coge un papel en blanco y empieza a escribir lo primero que surja.
No permitas que tu pensamiento analítico participe; se trata de que te dejes ir, que seas espontáneo y no juzgues lo que estás escribiendo. No buscamos la coherencia ni tampoco la belleza. Deja que cada palabra y cada frase te lleven a la siguiente.
Cuando sientas que ya no hay nada más que decir (o, simplemente, tu razón empiece a interferir), puedes parar
CONSTRUYE UNOS VERSOS
Del texto que has escrito, selecciona aquellas frases que, por el motivo que sea, llamen especialmente tu atención.
Con la sensibilidad propia de la mente que sueña, intenta combinar las frases seleccionadas para crear un poema.
Si crees que es necesario, añade o cambia alguna palabra para redondearlas.
¿Cómo es el resultado? ¿Qué sientes al revisarlo? ¿Cómo te conecta eso con tu capacidad de soñar?