La manera de estar en una relación amorosa no se improvisa. Nuestra manera de estar en las relaciones amorosas depende de nuestra experiencia, desde la infancia y a lo largo de toda la vida. En estas experiencias aprendemos a confiar y desconfiar de lo que pueden dar de sí las relaciones, a intimar o permanecer emocionalmente aislados, a cuidar y ser cuidados o a no ofrecer ni esperar los cuidados de los demás .
Qué es el apego
El apego es el vínculo afectivo más primario. Lo establecen los bebes durante el primer año de vida con la persona que les cuida, con uno o varios cuidadores. Salvo situaciones muy extremas, mantienen el apego hacia estas personas durante toda la vida. Incluso cuando éstas mueren, pueden seguir siendo figuras muy importantes.
Las figuras de apego son las personas que más influyen en la socialización de niñas y niños. De éstas se aprende el lenguaje de la intimidad que precisamente usamos en las relaciones de pareja. Además, a través del apego cubrimos nuestra necesidad de seguridad emocional, lo que incluye aceptación, estima, afecto y cuidados eficaces. Una necesidad tan importante como la del alimento, para nuestra correcta subsistencia. La capacidad de establecer nuevos vínculos de apego permanece abierta toda la vida.
El apego es un vínculo generoso: cuanto mejor este vinculado el niño al padre y/o a la madre, más probable es que se vincule a otras personas. El desarrollo y crecimiento del individuo hace que los vínculos y figuras de apego cambien. La figura de apego suele ser la pareja, y los padres o la familia nuclear pasan a tener una posición secundaria.
Estilos amorosos
El apego tiende a mantenerse estable a lo largo de toda la vida. Combinado con nuestras experiencias en las relaciones de amistad y amorosas, contribuye a establecer nuestro apego en la edad adulta.
Las personas con un estilo de apego seguro están más capacitadas para organizar bien su vida emocional, afectiva y social con o sin pareja estable. Suelen tener una autoestima positiva, más estabilidad emocional en comparación a otros estilos de apego, y mayor optimismo vital.
A aquellas con un apego ambivalente, les resulta más difícil construir su autonomía. Son personas inseguras que dudan de su valía y es mas probable qu sufran de ansiedad. Están tan necesitadas de las demás que les cuesta estar solas. Tienden a verse como Medias Naranjas que inexorablemente necesitan ser completadas.
Una vez establecida la relación de pareja, presentan cambios emocionales, contradicciones o ambivalencias. Es frecuente que les asalten miedos y dudas con respecto al otro o a la relación. Necesitan aprobación y confirmaciones continuas, así como comunicaciones frecuentes.
Los adultos con estilo evitativo presentan miedo a la intimidad. Piensan que las relaciones íntimas dan problemas, por lo más inteligente es evitarlas. Suelen insistir en las ventajas de no estar emparejado. Si llegan a establecer una relación, tienden evitar que en ella haya fuertes emociones positivas o negativas. La contención, el control y hasta la frialdad emocional es su forma de evitar la intimidad.
A pesar de las similitudes entre el apego en la infancia y la edad adulta, hay una diferencia importante: El vínculo entre dos adultos debe ser simétrico. Cada persona ejerce de figura de apego para la otra de la misma manera que recibe los cuidados de la otra.