¿Cómo mantener el equilibrio psicológico?
Mantener el equilibrio psicológico supone mantener una cierta estabilidad en lo que se refiere al humor, emociones y sentimientos. También supone reaccionar psicológicamente con moderación ante los diversos estímulos externos, de una forma proporcionada y mantener un cierto autocontrol de los impulsos y de la vida instintiva.
Por el contrario, decimos que una persona está desequilibrada cuando es demasiado sensible a los acontecimientos externos, reaccionando exageradamente ante los mismos. Una persona desequilibrada psicológicamente tiene una afectividad frágil e inestable.
La persona que no mantiene el equilibrio psicológico es capaz de derrumbarse ante cualquier acontecimiento. Caerá en el desánimo, la tristeza o el pesimismo fácilmente. En algunas ocasiones, la falta de equilibrio proviene, paradójicamente, de un exagerado equilibrio.
Este exagerado equilibrio refleja una anomalía psíquica más o menos grave. Este es el caso de las personas que carecen o casi carecen de sentimientos. Pueden ser personas sin compasión, conciencia ética, vergüenza, etc.
Cada persona tiene su propio equilibrio psicológico
Existen casos en los que la falta de equilibrio psicológico se debe a una enfermedad mental. En estos casos, será necesario combatirlo mediante un tratamiento adecuado. Sin embargo, muchas otras veces se trata de un problema de personalidad. En estos casos, la cuestión que se plantea es cómo conseguir una personalidad equilibrada.
Cada persona es un mundo con sus propias características. Resultaría una quimera exponer detalladamente la forma de ser que aportaría a todos el equilibrio psicológico. Para lograrlo, no es necesario cambiar nuestra forma de ser hasta que se configure en nosotros una personalidad más o menos estandarizada.
Intentar esto constituiría más bien un atentado contra nuestra propia identidad. Sin embargo, sí que existen una serie de factores psicológicos que son los ingredientes fundamentales de una personalidad en equilibrio. Sin ellos, una persona está expuesta a derrumbarse.
El autoconocimiento de una personalidad en equilibrio
En primer lugar, es fundamental conseguir conocerse a sí mismo. Esto se puede lograr mediante un análisis de nuestras aptitudes y limitaciones. Es preciso saber de lo que estamos dotados y somos capaces de hacer, así como de lo que nos resulta difícil, casi imposible, debido a nuestras limitaciones en el campo físico o intelectual.
El conocimiento de uno mismo requiere de un análisis introspectivo. Esto significa valorar nuestra forma de ser y nuestras capacidades, volcándonos en nuestro interior. También requiere de un análisis extrospectivo, es decir, conocernos por nuestras obras, por lo que hemos sido capaces de hacer hasta el momento actual.
Ambos tipos de análisis resultan dificultosos. Al ser jueces de nosotros mismos, ponemos en marcha mecanismos de defensa y autojustificación que hacen perder objetividad a estos criterios. Por lo tanto, también hay que contrastar esta información con la de otras personas que nos merezcan confianza.
Una vez que nos aproximamos al conocimiento de nosotros mismos, resulta más fácil establecer un proyecto coherente de vida que sea realizable dentro del marco de nuestras propias posibilidades. De este modo se puede lograr una cierta constancia frente a las adversidades y una mayor seguridad en nosotros mismos.
El problema de poner demasiado corazón y poca cabeza
Los desequilibrios provienen no pocas veces de vernos desbordados por nuestra afectividad. Ponemos demasiado corazón en las cosas y poca cabeza. Tampoco es conveniente convertirnos en seres fríos y exageradamente racionales.
Debemos intentar lograr un equilibrio entre lo racional y lo afectivo. Este equilibrio debe permitirnos abordar los problemas y circunstancias con realismo y objetividad, sin dramatizarlos y sin dejar de ser nosotros mismos, analizándolos con sencillez y naturalidad.
Corazón y cerebro
Asimismo, cuidar algunos aspectos sociales puede ser de importancia capital. Debemos intentar establecer unas relaciones sociales, familiares o amorosas lo suficientemente amplias y sinceras, con espíritu abierto, tolerante y flexible.
Cuidar de estos aspectos sociales ayuda a conseguir una personalidad equilibrada que no esté volcada sobre sí misma, sino también sobre los demás. De este modo se verá enriquecida, abriéndose a horizontes más amplios.
Por último, el trabajo también es importante. Tan perjudicial es trabajar demasiado como dedicarse poco a alguna tarea profesional, procurando satisfacer solo apetencias superficiales o meramente materiales. En ambos casos se termina produciendo un desajuste de la personalidad y un profundo y grave desequilibrio psicológico.
Es posible que hayas perdido el equilibrio en algún momento, pero recuperarlo no es imposible. Como vemos, para mantener el equilibrio psicológico debemos conocernos a nosotros mismos, establecer un proyecto de vida coherente, cuidar de nuestras relaciones sociales, etc. Solo así lograremos tan ansiado equilibrio psicológico.
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