Todos enfrentamos dificultades de vez en cuando. Es parte natural del ciclo de la vida. Vivimos momentos en los cuales parece que nada puede ir bien y que no conseguimos ver ninguna salida a la situación en la que nos encontramos. Y esto nos paraliza… y lo recordamos.
Nuestro cerebro está diseñado para almacenar información. Lo hace cada segundo de cada día. Cuando surge información nueva, nuestro cerebro busca una referencia en la memoria para poder responder.
Y éste puede ser el problema. Si no aprendemos a reaccionar de forma activa y positiva en los momentos complicados, es muy probable que nuestro cerebro asuma que no podemos hacerlo en momentos similares. En esto tienen que ver mucho nuestras emociones.
La importancia de las emociones
En la vida no podemos cambiar lo que ya ha ocurrido. Sin embargo, podemos elegir la emoción que nos despierta. La vida es un 10% lo que ocurre y un 90% cómo reaccionas ante ello.
Piénsalo. Esto es lo que ocurre cuando tienes una mala experiencia. Durante el resto de tu vida tienes una reacción automática cuando una igual o similar se repite.
Sin embargo, podemos elegir ver lo positivo incluso en los tiempos más difíciles.
En primer lugar, necesitamos hacer un chequeo de nuestras posibilidades. Conocer con qué recursos contamos y en qué condiciones estamos para poder actuar.
La primera pregunta sería: “¿Estoy respirando?”. “¡Claro!”, es lo que diríamos. Pero lo cierto es que, durante los momentos más difíciles, nuestro nivel de estrés aumenta y nuestra respiración se resiente.
En este momento es esencial parar y preguntarnos: “¿Cómo estoy respirando?”. Si encuentras que estás muy estresado, para diez minutos, encuentra un sitio tranquilo y respira profundamente.
La respiración diafragmática ha demostrado reducir los niveles de estrés y ayuda a relajar la respuesta automática de nuestro sistema nervioso. Una de las claves para permanecer positivo es estar relajado y ser consciente de que tu respiración es correcta. Ésta es la mejor forma de empezar.
Una vez hemos hecho esta comprobación y somos conscientes de nuestra respiración, podemos preguntarnos qué nivel de responsabilidad tenemos en lo que nos está ocurriendo.
Fíjate que decimos responsabilidad, no culpa. Hay una gran diferencia en estas dos palabras. Una reconoce y acepta tu parte en la situación actual; la otra simplemente te culpabiliza.
Centrarnos en nuestra parte, en lo que pueda estar ocurriendo, y apartar la culpa, reduce el reto a una dimensión más manejable.
Ahora lo que toca saber es qué puedo cambiar o controlar de lo que está ocurriendo. Esto es muy importante, porque nos ayudará a saber en qué tenemos que emplear nuestras fuerzas y qué, simplemente, debemos dejar ir.
Cuando parece que hemos perdido el control de nuestra vida, frecuentemente perdemos la perspectiva de aquellas cosas que podemos cambiar. Evalúa tu situación honestamente y mira qué cosas puedes modificar. Esto te ayudará a sentirte más centrado, más enfocado y más capaz de asumir el reto.
La importancia de la aceptación
La otra parte de este importante paso es admitir que, en algunas ocasiones, hay cosas que, simplemente, no podemos controlar. Es algo que debemos aceptar.
Puede ser la naturaleza, otras personas o una mala programación nuestra. Ser capaces de separar lo que podemos o no abordar hace que podamos ver los problemas como retos, disminuye nuestros niveles de estrés y, frecuentemente, aclara los pasos para una posible solución.
El siguiente escalón de nuestra propuesta tiene que ver con nuestro estado emocional. Tomar decisiones cuando estamos sobrepasados por emociones inherentes a tiempos difíciles es lo peor que podemos hacer.
Es más probable que hagamos elecciones malas cuando estamos en un mal estado emocional. Ser capaces de reconocer cuál es nuestro estado emocional nos ayuda a parar, respirar y decidir si es el momento adecuado para tomar una decisión.
Puede incluso que, al evaluar la situación, descubramos que lo mejor que podemos hacer es no hacer nada. En otras, quizás debamos pedir ayuda.
Evaluar qué es lo mejor que podemos hacer en cada momento, incluso en situaciones difíciles, nos ayudará a relajarnos y, seguramente, a tomar una mejor decisión.
Este tipo de proceder tiene, además, la ventaja de incrementar nuestra confianza, por muy pequeña que sea la decisión que hemos tomado. La clave ha sido que hemos podido actuar a pesar de que era una situación difícil.
Y éste es nuestro objetivo: decirle al cerebro que podemos actuar. Introducir en él un esquema de acción positivo. Con cada momento complicado aprendemos algo nuevo.
Puede resultar duro de aceptar, pero lo cierto es que las situaciones más complicadas, así como nuestra reacción ante ellas, consiguen que este aprendizaje se consolide.
En definitiva, los tiempos difíciles son los más necesarios para mantener una mente positiva y una actitud que nos permita actuar. Por muy difícil que sea, la única forma de abandonar un agujero es trepar hacia su salida.