Comienza con una buena reflexión
Convierte en hábito cada mañana tomar unos minutos para reflexionar sobre algún pensamiento positivo, puede ser a través de un libro, un portal de Internet o una canción. Medita al respecto y verás que con la práctica, esta disciplina no solo contribuirá en tu espiritualidad, sino que también ayudará a reducir tus niveles de estrés y ansiedad.
Agradece
En algún momento del día, por más agobiado que te sientas, toma tiempo para agradecer por todo aquello que te hace feliz. Incluso, por esas experiencias que pudieran parecer cotidianas. Estudios han demostrado que esta práctica también ayuda a fortalecer el sistema inmune, dormir mejor y disminuir los sentimientos de soledad, entre otros beneficios.
Enfócate en pensamientos positivos
No es que vivas en una fantasía. Pero una buena actitud, así como el hábito de ver lo bueno en aquello que ocurre en tu vida, ayudará en gran medida a no caer en la dinámica de la autocompasión, o de quejarte por todo. Además, debes tener en cuenta que los malos pensamientos pueden ser destructivos y poderosos en tus decisiones. No siempre podrás escoger sentirte bien, pero sí mostrar tu mejor ánimo para sobrellevar las contrariedades de la vida.
Acepta que es normal enojarse
Al hablar de espiritualidad, muchos se confunden y creen que esto implica una vida sin malos ratos, miedos o corajes. La ira es un sentimiento típico del ser humano. La diferencia está en cómo manejar aquello que te molesta. Y en buscar el modo de canalizar el coraje del modo menos destructivo posible. Toma tu tiempo para asimilar con calma tu sentir, y verás cómo poco a poco va disminuyendo la angustia.
Decide qué valor cultivar
Al comenzar cada día, puedes reflexionar sobre qué valor quieres poner en práctica más allá de lo pesado que se torne el día: paciencia, compasión, empatía. Muestra una mente más abierta hacia las opiniones y creencias de los que te rodean. Evita caer en la práctica del chisme y de criticar.