Todos quisiéramos tener estabilidad emocional. Pasar por todo el proceso de las citas para conocer a alguien, comenzar a compartir, luego a convivir, puede resultar tedioso si se convierte en un ciclo de nunca acabar. Porque eso de buscar pareja da trabajo y pasar por una ruptura es súper desgastante, entonces ¿por qué es tan difícil tener una relación exitosa?
La Psicóloga María Cecilia Betancur autora del libro “¿Por qué se mueren los amores? Nos da su visión de por qué algunas relaciones se deterioran y agonizan hasta morir. Bajo esta premisa la experta examina tres conceptos basados en los siguientes adjetivos que le da al amor, mortificantes, menesterosos y huérfanos.
En primer lugar nos esboza qué son los amores mortificantes. Estos nacen de la idealización que se realiza de la persona con la cual se aspira a estar. Perder la visión objetiva de la realidad resulta fácil cuando tratamos, consciente o inconscientemente, que el ser amado se ajuste a los parámetros que hemos diseñado en nuestra mente. La consecuencia de esta acción son amores que demuestran celos, exigen perfeccionismo, son dominadores y hasta neuróticos, por este motivo hay que tomar tiempo para conocer a la persona y no percibirla a nuestra conveniencia. Observar la realidad con la objetividad que requiere nos salvará de estas relaciones que sólo causan desasosiego.
El siguiente tipo de amor es el menesteroso, Si has notado que tu relación se resume a un constante pedido de afecto y atención, estás sin duda en una situación de este tipo. En muchas ocasiones se confunde las carencias afectivas no resueltas, con la necesidad de sentir complementariedad. Estas relaciones se basan en la dependencia y se evidencian en la constante súplica por atención que alguna de las partes realiza.
Por último, caracteriza a los amores huérfanos que son aquellos que al principio presentan un buen pronóstico, pero que son incapaces de consolidarse pues tienen una estructura frágil. Después de un tiempo no se hace nada por mantener viva la llama de la pasión, por lo tanto quedan a la deriva. Si una relación se vuelve rutinaria, monótona, si no se cuidan los detalles la consecuencia inmediata es el deterioro lo que derivará sin duda en la tribulación y posterior muerte del lazo afectivo.
Tener una relación sana implica trabajo, lo primero es empezar a reconocer en uno mismo los motivos que hacen que nuestras uniones terminen teniendo alguna de las características anteriores. Seguramente un proceso de introspección es el primer paso a seguir. Ámate primero, conócete y comparte tu amor con otro ser humano que también se halle tan pleno como tú.
Fuente: revistafamilia.ec