Estamos jugando a un juego en un tablero llamado Tierra. Es importante por lo tanto conocer las reglas del juego, ya que el hecho de no conocerlas nos perjudica en cierto modo en su desarrollo.
Es evidente entonces el interés en reconocer esas reglas y aprenderlas para un buen desarrollo de la partida.
La mayoría de la gente cree que simplemente no hay reglas, que no hay que atenerse a otra cosa que no sea la casualidad y la causa-efecto, en un mundo en el que las decisiones se toman influidas por unas emociones que no podemos controlar.
Pero es ésta una visión muy sesgada de lo que en realidad podría suceder.
Hay una pregunta que últimamente recorre mi cabeza, que explica un poco la tremenda locura en la que vive el mundo de hoy en día:
Si sé que algo no es bueno para mí ¿por qué sigo haciéndolo?
Y su versión contraria:
Si sé que algo es bueno para mí ¿por qué no lo hago?
Para responder a esta sencilla pregunta es necesario zambullirse en un mar de respuestas: pensamientos, creencias, programaciones, autoestima, fobias, desvalorización, y muchos otros matices qué cincelan nuestra personalidad y nos impiden expresarnos con coherencia.
Es en la transformación de esos matices en lo que consiste el juego de vivir, y así, a través de esa mutación, nuestra comprensión y nivel de conciencia también crece exponencialmente.
Pero no es tarea insignificante embarcarse en semejante proyecto. Hay que estar preparado para surcar las desconocidas aguas del mar de nuestro inconsciente. Aquel que guarda nuestros más preciados tesoros y nuestras más terribles maldiciones, que en el fondo son también tesoros.
Habrá que capear temporales y terribles tempestades que nos harán zozobrar y nos llevarán al borde del naufragio. Pasaremos sed y hambre de emociones y reacciones a las que estábamos acostumbrados.
Veremos espejismos que creeremos que son reales y nos daremos cuenta de que no lo son.
Las bestias acechantes, a la espera de un descuido, de una equivocación, nadarán en círculos a nuestro alrededor.
Alguna isla desierta nos tentará para quedarnos en ella y escapar del viaje.
Siempre existirá el peligro de que una vía de agua pueda hacernos ir más lentos o incluso llegar a detenernos.
Los que logren superar el camino llegarán a un puerto dónde nunca habían atracado. Esa apertura de conciencia permitirá ver las cosas desde otro punto de vista y con otras emociones asociadas, lo cual repercutirá en su estado físico y anímico. Y emitiendo esa información al campo cuántico, es de esperar que éste la devuelva como experiencias de vida en sintonía con ella.
¿Qué te impide hacer lo que sabes que te conviene?
¿Qué te impide ser coherente en tu vida? ¿Acaso crees que no tienes la capacidad de hacerlo?
Piensa en ello.