Vayas donde vayas solo ves gente intentando sobrevivir. Es decir, hay unas leyes de supervivencia que son iguales para todos y cada uno de nosotros, estas leyes tienen que ver con el alimento, la respiración, la pareja, la reproducción, los hijos, la desvalorización, la protección y el territorio, básicamente. Por muy diferente que sea la cultura o las tradiciones de cada uno de nosotros, todos estamos bajo la influencia de esa información ancestral, y todo nuestro funcionamiento, aunque inconscientemente, gira en torno a ella.
Del mismo modo, cada músculo, tejido, órgano, función y en definitiva, célula del cuerpo está relacionada con alguna de estas leyes. De este modo podemos relacionar diferentes patologías y estados de ánimo con conflictos biológicos, que nos suceden o nos han sucedido, y así poder descubrir situaciones y vivencias que estamos experimentando, que producen que alguna de esas leyes biológicas sean percibidas incoherentemente por nuestro inconsciente, activando así al síntoma que viene a ponerlo de manifiesto.
Cuando nos damos cuenta de esta correlación, es cuando podemos hacer algo para equilibrar esa ley. Así, es importante tomar conciencia de cómo estamos viviendo esa situación, y poder verla de otra manera, sentirla de otra manera, y así, el mensaje que damos a nuestro inconsciente cambiará, y no necesitará al síntoma para expresar la incoherencia.
Todo se complica un poco más, si añadimos a lo anterior,la influencia de lo que vivimos en la barriga de nuestra madre y los primeros años de vida. Momento en el que no estamos todavía desarrollados completamente y somos susceptibles de hacernos portadores de mochilas emocionales que no nos pertenecen, pero que nos afectarán toda la vida si no somos conscientes de ellas.
Sin olvidarnos de lo que ya la epigenética conductual nos ha explicado, que es la enorme influencia que tienen los traumas vividos por las generaciones anteriores a nosotros. Traumas que se convierten en todo tipo de síntomas, conductas y vivencias, que resuenan con esa ley biológica que no fue satisfecha por nuestro antepasado, y se convirtió en un conflicto para él, que no supo resolver adecuadamente.
Este cóctel de tres ingredientes es el que dibuja lo que somos y nuestra vida, el que guía nuestras experiencias constantemente, sin un solo segundo de descanso. Son las instrucciones del piloto automático que llevamos conectado permanentemente, llamado “el inconsciente”, que bajo su única prerrogativa de proteger nuestra supervivencia, hará lo que crea necesario para llevar a cabo su tarea.