Volvemos una y otra vez

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Dos siglos; doscientos años; setenta y tres mil días; un millón setecientas cincuenta y dos mil horas. Tres vidas y más de veinte sueños.

Y yo, sigo aquí. Recordando mis miedos. Honrando mis culpas. Anclado al olvido de mis sombras. Me siento frente a la ventana, observando la lluvia e imaginando que cada gota es una de aquellas lágrimas que no pude derramar en el pasado. Gotas que limpian la cerradura oxidada por el juicio que me arrancó la libertad. Sí, mi propio juicio.

Hago un recorrido por el atlas de mis nubes, saltando de una a otra con la intención de llegar a la cima más alta del cielo. En el intento tropiezo una y otra vez con pequeños cristales de granizo, congelado por el frío de aquel dolor que no he conseguido trascender. 

Ante el espejo, me reconozco en el reflejo de cientos de cuerpos, vehículos de mis pensamientos que viajan conmigo a través de la eternidad. Algunos perecieron demasiado pronto, otros me arroparon hasta el último rayo de sol que iluminaba mis deseos. Y en el baúl de mis sentimientos, un barco que finalmente llegó a su destino ofreciendo a sus pasajeros una nueva vida, en un nuevo mundo.

Porque volvemos una y otra vez, esperando que algo cambie por nosotros. Esperando que, por arte de magia, nuestros secretos más ocultos se disuelvan en su efervescencia al contacto con nuestro aliento. Pero si algo hemos de entender, es que los únicos que podemos cambiar el pasado y el rumbo de nuestro destino, somos nosotros mismos. Con nuestras nuevas acciones, con nuestras nuevas emociones reinventadas.

Duele vivir cien vidas y no sentir la felicidad en tu camino. Duele amar a alguien y no ser correspondido. Pero lo que es más doloroso es amar a alguien y nunca encontrar el valor para decirle a esa persona lo que sientes. Tal vez Dios quiere que nosotros conozcamos a unas cuantas personas equivocadas antes de conocer a la persona correcta para que, al fin, cuando la conozcamos, sepamos ser agradecidos por ese maravilloso regalo.

Una de las cosas más tristes de nuestra vida, es cuando conoces a alguien que significa todo, sólo para darte cuenta que al final no era para ti, y lo tienes que dejar ir.

Cuando el Universo te da la oportunidad de volver a vivir, de volver a decidir tu destino... Cuando la puerta de la felicidad se cierra, cuando cierras los ojos... otra puerta se abre. Pero algunas veces miramos tanto tiempo aquella puerta que se cerró, que no vemos la que se ha abierto frente a nosotros. Y es cierto que no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos, pero también es cierto que no sabemos lo que nos hemos estado perdiendo hasta que lo encontramos. Tal vez, en esa nueva vida.

Darle a alguien todo tu amor nunca es un seguro de que te amará. Pero no esperes que te amen, sólo espera que el corazón crezca en el corazón de otra persona. Y si no crece, sé feliz, porque habrá crecido en el tuyo.

Hay cosas que te encantaría oír y que nunca escucharás de la persona que te gustaría. Pero no seas tan sordo para no oírlas de aquel que las dice desde su corazón. Nunca digas adiós si todavía quieres amar. Nunca te des por vencido si sientes que puedes seguir luchando, en cada oportunidad, en cada vida que el Universo te otorga.

Siéntate frente a un espejo cada día y dedícate una sonrisa. Porque esa sonrisa es la que te hará brillar cada noche. En ese reflejo encontrarás el verdadero significado de amar, porque primero debes amarte a ti para poder regalarle a alguien todo tu corazón y entregarte.

Lo único que esperamos, queridos amigos, es que seáis lo suficientemente felices para haceros dulces. Que recibáis a lo largo de vuestras reencarnaciones las suficientes pruebas para haceros fuertes. El suficiente dolor para manteneros humanos. Pero, sobre todo, la suficiente esperanza para saber que, tal vez en la siguiente vida -si no es en ésta-, alcancéis éso que tanto ansiamos: la felicidad.

-La Cuarta Esfera

Triste pero muy bonito