Los siete rayos multicolores, que se expanden en el cielo, tienen más poder del que Creemos, ya que han podido generar en el hombre una multitud de leyendas.
Generador de fantasías y supersticiones, el arco iris continúa asombrando al que puede verlo cuando vuelve a asomarse el sol después de una lluvia.
Según la creencia europea, donde el arco iris toca la tierra, se encuentran grandiosos tesoros y riquezas. Muchos se embarcaron en esa búsqueda, para finalmente darse cuenta de que era imposible obtener aquel tesoro. Las pruebas de esa creencia son que, en dichos lugares, se encontraron unas antiguas monedas celtas de oro, conocidas con el nombre de “llavecitas de arco iris”. Por otro lado, en los mitos de Java, el arco iris se representa como una serpiente de dos cabezas. Una cabeza absorbe agua en el mar del Norte y la otra vuelve a escupirla en el mar del Sur.
Morada de los dioses
Este fenómeno es para muchas culturas símbolo de manifestaciones divinas de carácter benevolente; señal de parte de Dios de que, a partir de ese momento, ya no volverá a haber ningún diluvio. El juez del mundo en el fin de los tiempos aparece representado sentado sobre un arco iris. En la Antigua Grecia, la virginal diosa desciende presurosa de un arco iris para comunicar a la Tierra las órdenes de Zeus y de Hera.
Entre los cristianos
En la Edad Media, algunos de los principales colores se concibieron como representativos de otras cosas, por ejemplo, para las imágenes del diluvio se consideraba (o se usaba) el color azul; para el incendio del mundo, el rojo; y para la nueva tierra, el verde. Además, los siete colores son interpretados como imágenes de los siete sacramentos y de los siete dones del Espíritu Santo.
De China a Perú
La cultura china considera el arco iris como signo de la unión del Yin y el Yang y, ocasionalmente, como señal de relación extraconyugal (que solía representarse con una serpiente de dos cabezas). Se consideraba irrespetuoso señalarlo con el dedo.
En Perú, sede del imperio Inca, se lo relacionaba con el sagrado Sol y según el testimonio de Garcilaso de la Vega, los reyes incas lo llevaban en su escudo como parte de sus insignias.