Una de las conclusiones que emergen de la teoría de la relatividad de Einstein es que el tiempo es, evidentemente, relativo: depende de la velocidad a la que se mueve en el espacio un observador, por lo cual se considera que es parte de un compuesto llamado tiempo-espacio. Aquí Einstein ya había esbozado algo que recientemente está siendo formulado abiertamente diciendo que es la mente la que crea el tiempo. El tiempo no existe independientemente de la percepción.
Para los seres humanos, el tiempo se mueve en una única dirección que va desde la anticipación a la experiencia y a la memoria. Aparentemente el tiempo progresa linealmente del pasado hacia el futuro, dejando consecuencias tangibles. Esto convencionalmente parece algo innegable, sin embargo, desde la perspectiva de la física, estos tres tiempos son en realidad lo mismo. En términos científicos, las leyes de la física son temporalmente reversibles, lo que significa que los mismos efectos ocurren no obstante si el tiempo corre hacia adelante o hacia atrás.
Algunos físicos explican la dirección de la flecha del tiempo como una propiedad emergente de la interacción de partículas a nivel cuántico. Esto quiere decir, en cierto punto, que cuando empiezan a interactuar con objetos más grandes, las extrañas propiedades del mundo cuántico pierden coherencia y disminuyen las probabilidades de que puedan existir en dos lugares al mismo tiempo (superposición) y cosas por el estilo (como la spooky action at a distance del entrelazamiento cuántico). Es en este punto, al disolverse el extraño comportamiento de las partículas subatómicas, en el que el tiempo emerge como una característica matemática considerable del universo. Esto es explicado por la física a través de la ecuación Wheeler-DeWitt. La ecuación sostiene que la gravedad obliga a las partículas subatómicas a comportarse de manera clásica, por así decirlo, permitiendo que emerja el universo sólido, predecible y linear que observamos.
En una nueva teoría publicada en la misma revista en la que Einstein publicó sus artículos sobre la relatividad general, Robert Lanza, director de Astellas Global Regenerative Medicine y Dmitry Podolsky, de la Universidad de Harvard, pusieron a prueba la ecuación Wheeler-DeWitt. Sus resultados muestran que los efectos de la gravedad entran en acción demasiado tarde para romper la coherencia de las propiedades cuánticas, lo cual pone seriamente en duda que la gravedad sea responsable de la dirección universal de la flecha del tiempo.
"Nuestro trabajo muestra que el tiempo no existe como algo que esté allá afuera corriendo del pasado al futuro, sino que es una propiedad emergente que depende de la habilidad del observador de preservar información de los eventos experimentados", dice Lanza, quien es autor también de la teoría del biocentrismo, la cual sugiere que el espacio y el tiempo son constructos de nuestros sentidos biológicamente limitados. Y afirma de manera categórica "de hecho el observador crea el tiempo".
Esta afirmación no es tan radical como podría parecerle a algunos, en realidad es algo que han señalado numerosos filósofos desde hace siglos y que se encuentra en las tradiciones místicas de diversas religiones. Consideremos algunas proposiciones filosóficas sobre la existencia del tiempo solamente como una creación de la mente o, mejor dicho, como un constructo relativo a la mente. Podemos hablar de un continuum espacio-tiempo-mente.
TIEMPO Y MENTE EN EL HERMETISMO
El alquimista, egiptólogo y filósofo neopitagórico René A. Schwaller de Lubicz, considera que todo el universo no es más que lo que llama el evento cósmico, la creación misma que es igual a la eternidad, la cual percibimos desde la multiplicidad y la separación como una serie de eventos concatenados (como tiempo) siendo todo un único momento, el cual llama el paso del Uno al Dos. "La Génesis nos aparece a nosotros como tiempo", dice Schwaller. En otras palabras si nuestra percepción no estuviera condicionada por la división sujeto-objeto, percibiríamos la totalidad del universo dándose a luz (y aniquilándose) a sí misma todo el tiempo.
En el presente todo se entremezcla, incluyendo todos los instantes del génesis de todas las cosas. Este presente es una dimensión inobjetificable que contiene todos los volúmenes. Desde la perspectiva del espacio, es la necesidad la que provoca que las cosas existan bajo ciertas condiciones; es también, en el sentido del tiempo, la posibilidad inmanente en cada objeto cada instante. Así, la Creación es constante en el esoterismo, pero para el exoterismo está ubicada "En el principio...".
El filósofo Manly P. Hall dijo en una de sus lecturas que "el tiempo nace de la mente observando el espacio ("Time is born from Mind looking at Space"). Esto parece ser una glosa de la filosofía hermética y neoplatónica, donde el nous es la difusión del espacio y por lo tanto el tiempo es la actividad autorreflexiva de la mente, creatividad espontánea que se va reificando como una sucesión de objetos separados, al perder la noción de la unidad indivisible por el oscurecimiento de la conciencia empañada por la ilusión de la materia. Asimismo, este es el mismo instante de la creación, según relata el Poimandres, el hombre primordial, que es sólo arquetipo, que se mira a sí mismo en el espejo del espacio y detona la trama de la caída por las esferas y el posterior ascenso o retorno a la fuente, todo como una gran ilusión, espejismo, narcisismo redivivo. En el Timeo, Platón sugiere que el espacio y la mente están entrelazadas y forman de su relación el tiempo:
Ya que si no hubiéramos visto las estrellas, el Sol y el cielo, ninguna de las palabras con las que hemos descrito el universo habrían sido dichas. La visión del día y la noche, los meses y las revoluciones de los años, han creado el número, y nos han dado un concepto del tiempo y el poder de investigar la naturaleza del universo; y de esta fuente hemos derivado la filosofía...
TIEMPO Y MENTE EN LA PSICOLOGÍA DE JUNG
La idea expresada aquí de una relatividad espacio-tiempo-mente fue concebida por Jung en su libro Sincronicidad, donde plantea que fenómenos como la astrología o la telepatía podrían explicarse no tanto como un fenómeno de energía sutil sino a través del concepto del Unus Mundi, la unidad de la mente y el espacio-tiempo.
Como he dicho, es imposible, con nuestros recursos actuales, explicar la percepción extrasensorial, o el hecho de la coincidencia significativa, como un fenómeno de energía. Esto termina con la explicación causal también, ya que un “efecto” no puede entenderse sino como un fenómeno de energía. Así que no puede ser una cuestión de causa y efecto, sino de caer conjuntamente en el tiempo, un tipo de simultaneidad… considero que la sincronicidad es una relatividad del tiempo y el espacio psíquicamente condicionada.
TIEMPO Y MENTE EN EL VEDANTA
Una mirada detallada a la palabra sánscrita māyā, nos puede hacer comprender esta relación, que hace eco de la interdependencia entre el observador y lo observado, que forma parte de la epistemología de la física cuántica. Es en la medición donde el tiempo surge y no sin ella. La palabra māyā curiosamente tiene una riqueza etimológica que la relaciona tanto con medición, materia y magia o ilusión. Dice Ananda Coomaraswamy que māyā es:
La medición maternal y significa esencialmente la manifestación de un mundo de apariencias, cuantitativo y en cierto sentido "material", por el cual podemos estar hechizados o iluminados en la medida de nuestra propia madurez. Así, la medición es la madre de la materia: el nacimiento del mundo aparente de las cosas separadas que se extienden en el espacio y en el tiempo.
Podemos pensar en māyā como la ilusión del tiempo. Esta ilusión puede percibirse como el mundo del samsara, del sufrimiento que genera la separación, la muerte, la vejez, la enfermedad, como en la mitología griega, como Cronos, la cruel divinidad que devora a todos sus hijos. O puede ser entendida como un espectáculo mágico insustancial, un sueño que tiene la posibilidad de hacerse lúcido y despertar al goce estético, la potencialidad infinita de la mente de manifestarse como cualquier cosa siempre. Este último aspecto se encuentra entre el tantrismo, especialmente es defendido por el shivaísmo tántrico, donde Māyā, es el nombre de uno de los tattvas (aspectos o principios de la divinidad que se manifiesta como el mundo) y uno de los shaktis o poderes de esta divinidad que es conciencia absoluta no dual. Así, toda la ilusión del tiempo es pura delicia. Podemos pensar en Māyā en su aspecto de diosa, la diosa con la que se recubre la conciencia absoluta que es sólo luz, así manifestándose miríficamente en un juego de seducción y reconocimiento como una aventura erótica del tamaño del universo.
TIEMPO Y MENTE EN EL BUDISMO
En su libro A Cascading Waterfall of Nectar, el gran maestro del budismo vajrayana, Thinley Norbu Rinpoche cita uno de los tantras de su tradición nyingma:
La conciencia de la mente se despliega como el tiempo.
La conciencia es el aspecto condicionado de la mente para el budismo, y esta existencia de la mente bajo las causas y las condiciones es lo que forma el tiempo. Sigue Norbu Rinpoche:
El tiempo puede ocurrir como un instante o muchos eones, pero que el tiempo sea corto o sea largo depende de los hábitos de un ser. Aunque se habla de un tiempo exacto, el tiempo exacto no existe. El tiempo depende siempre de los hábitos de percepción de tiempo de los seres, incluyendo los consensos sobre qué ocurrió antes o qué ocurrirá después. La historia es creada a partir de lo que es acordado por la mayoría de las personas de un cierto lugar y contexto en común, pero en realidad no existe un tiempo que pueda ser fijado... El tiempo no existe, es sólo conceptual.
El budismo, sin un dios creador, es la religión de la mente, aunque es muy cauto de no deificar y reificar a la mente. Sin embargo, no existe nada que no sea más que el juego insustancial de la mente. En el tiempo todas las construcciones son castillos de arena –incluyendo los soles y las galaxias–, impermanentes y sin existencia inherente, ya que se originan de manera interdependiente, y son sólo relativas, no se puede decir que existen más que como apariciones momentáneas en el flujo de la conciencia. O siguiendo las metáforas clásicas del budismo mahayana, en este caso expresadas por Longchenpa:
Todos los múltiples fenómenos,
Aunque surjan, naturalmente no existen sustancialmente.
No hay tal cosa; no hay naturaleza material permanente.
Justo como el agua de un espejismo, un sueño, un eco,
una emanación mágica, el reflejo de una forma,
una ciudad de ghandarvas, y las ilusiones de los ojos.
Sólo aparece. Pero al aparecer, no tiene ninguna base,
no hay ninguna sustancia...
[...] Las cosas surgen, pero no existen materialmente.
De la misma forma que cualquier cosa que es soñada,
es sólo un emanación del sueño y realmente no existe,
todas las cosas son sólo el éxtasis de la mente que se sabe a sí misma...
TIEMPO Y MENTE EN LA HISTORIA DE LA CIENCIA
El historiador de la ciencia James Gleick escribe en su libro Time Travel: A History:
"Meras sombras", dijo Minkowski [el maestro de Einstein]. Eso no era sólo poesía. Lo dijo casi de manera literal. Nuestra realidad perceptual es una proyección, como las sombras proyectadas por el fuego en la cueva de Platón. Si el mundo (el mundo absoluto) es un continuum en cuatro dimensiones, entonces todo lo que percibimos en cualquier dado instante es una rebanada de la totalidad. Nuestro sentido de tiempo: una ilusión. Nada pasa; nada cambia. El universo (el universo real, oculto a nuestra vista fragmentaria) comprende la totalidad de estas intemporales y eternas líneas de mundo.
CONCLUSIÓN
Como tema en común encontramos la noción de que el tiempo surge solamente en relación al acto de observación. Esto es algo que se ha antropomorfizado con la idea de historias de creación en las que ésta surge de la mirada, del deseo del creador (o de la causa) de contemplarse a sí mismo o de disfrutar de la potencialidad infinita de su propia creatividad, es decir la Mente que se despliega como energía y materia. La ecuación de la mente y el espacio, que según el budismo son una unidad indivisible, produce como una de sus posibilidades el tiempo, el orden, y su procesión de mundos, que desde la perspectiva absoluta ni siquiera existen. Por otro lado, desde la perspectiva teísta esotérica, podemos sugerir que el tiempo nace como la autopercepción de la unidad absoluta, que para conocerse a sí misma debe multiplicarse, hacerse un otro y de aquí la cadena de apariciones y sucesiones de la unidad absoluta haciéndose conocida a través de la diversidad, es decir a través de las relaciones. El Ser, dice Schwaller de Lubicz, se manifiesta sólo a través de las relaciones. Y las cosas que vemos, como el tiempo, son los "accidentes que existen en relación al orden absoluto de la luz sin sombra que es la autocontemplación de la causa". "La creación es constante y no tiene duración en sí misma. Es sólo cuando la luz se divide en sí misma que la procreación o la duración comienza". Y esta "escisión es una 'autocontemplación' que crea el ego" y el orden del universo como una especie de fractal holográfico o imagen que contiene en todas sus partes la totalidad. Este es el divino ilusionismo del tiempo, que nos aparece como una película, con imágenes en movimiento, cambiando, cuando hay un único fotograma: la eternidad.
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