¿Conoces la culpa que pide entrar en el alma de las personas que dejan relaciones?
Lidiar con la culpa que aparece cuando se deja una relación de pareja es para muchos una consecuencia lógica de haber tomado la iniciativa, de haber dado el último paso que ha terminado por derrumbar la pared. Quizá hayas vivido esta situación, has tenido muchas dudas antes de hacerlo, de dar ese paso, pero finalmente lo ha hecho. Sabiendo que incluso tú mismo te ibas a señalar como el verdugo que sesgó la vida de esa relación. De tantas promesas, de tantos sueños, de tantas ilusiones…
Quizá después hayas sentido que tú eras el responsable de su dolor, de su tristeza… e incluso ¡de su futuro! Y quizá en tantísimas ocasiones es esa culpa que predices la que te hace dar un paso para volver, dos para alejarte, tres para volver… Así, en un ejercicio de autodestrucción que amarga más que la anterior vida en pareja. “Lo va a pasar fatal. Va a sufrir muchísimo… Yo lo era todo para él”. “Y… ¿si me he equivocado?”
¿Te suenan estas frases? Lo cierto es que la figura del que deja muchas veces está repleta de prejuicios y una suerte de “odio” que, en tantas ocasiones, no responde a la realidad, sino a las ideas preconcebidas que se tienen acerca de este tema. Todo ello alimenta aún más la culpa y esa voz sorda que machaca al que ha dado el paso de terminar con la relación.
La culpa nos limita y no nos permite avanzar
“Vas a ser la mala o si le dejas. Espérate. Quizá simplemente tengas que asumir que no siempre puedes ser feliz. Quédate con él porque va a sufrir mucho si lo dejas.” Este es el “run run” que se tiene en la cabeza en tantas ocasiones cuando uno está planteándose dejar una relación.
El miedo a que el otro sufra, la insana e injustificada culpa de que nosotros somos los responsables últimos de su malestar nos llevan muchas veces a alargar relaciones o a no dejarlas nunca. Nos lleva a quedarnos en un estado de “stand by” constante en el que no llevamos a cabo lo que queremos hacer por miedo a que el otro sufra. Así pasa el tiempo, así pasa la vida.
Esta es una culpa que traspasa culturas. Basada en un pensamiento erróneo por el que nos sentimos responsables de la vida de los demás. De su dolor y de su alegría. Por supuesto, en el otro lado, cuando nos dejan, solemos culpar del sufrimiento de la ruptura a la persona que ha dado el paso. Porque parece ese es el origen de nuestra desazón. Porque la persona a la que amamos nos dice que ya no quiere estar con nosotros.
El que deja no puede cargar con el dolor del otro
Pero una cosa es el sufrimiento comience a raíz de una ruptura y otra muy diferente es que nosotros, al romper la relación, seamos los responsables de su sufrimiento. La vida es alegría y es dolor, es incertidumbre y es certidumbre. Es amor y es desamor en uno y otro lado.
No podemos permitir que alguien nos responsabilice de su existencia. Si no, jamás tendremos margen de actuación. Jamás podremos tomar decisiones porque siempre tendrán efectos en las personas que nos rodean. Viviríamos en una especie de estatismo por miedo a que el equilibrio saltara por los aires.
Si yo no me muevo, evito que el otro sufra. Pero a cambio, no vivo. Si no me muevo, no vivo. Si no tomo decisiones, no descubro mi mundo interno ni el mundo exterior. Por miedo a la reacción del otro callamos lo que pensamos y lo que sentimos. Dejamos de ser auténticos. Dejamos de perseguir nuestros objetivos. Dejamos la vida a un lado, ¡que la vivan los valientes!
Vivir tiene consecuencias
Efectivamente, como consecuencia de esa culpa que nos machaca y nos limita, muchas veces volvemos atrás. Intentamos rehacer esa relación rota solo para evitarla, sin ningún tipo de fe en que pueda prosperar. Dejamos la vida de lado, para que la vivan aquellos que sí tienen la suficiente valentía y fuerza mental para actuar y para cargar con las consecuencias de lo que deciden.
No podemos permitir que los demás nos carguen con sus vidas; tampoco podemos hacerlo nosotros de manera voluntaria. Es un sacrificio de frutos estériles que solo prologa el desierto y alimenta espejismos.
Impide vivencias… vivencias necesarias para crecer, para aprender, para ser adultos, para ser más ricos mentalmente. Todas nuestras experiencias dan calidad a nuestro crecimiento. Sufrir es parte de la vida, y nadie nos puede quitar algo que forma parte de ello, solo por una culpa castrante que tiene su origen en un pensamiento totalmente equivocado.
Así, que que no sea la culpa la que te obliga a quedarte, si no es lo que deseas. La otra persona también merece que seas auténtico y honesto con ella.
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