ARTÍCULOS Y REFLEXIONES DE MILENA LLOP
EQUINOCCIO DE PRIMAVERA, 21 DE MARZO
El equinocio de primavera
Cada año la entrada del sol en el grado cero del signo de Aries señala el punto Vernal, lo que sería el principio del año solar que da vida al inicio de las estaciones. La palabra equinoccio significa igual y se refiere al momento en que el día y la noche tienen la misma duración. A partir de esa fecha los días aumentarán hasta el solsticio de verano, marcado por la fiesta de San Juan, seguirá el equinoccio de otoño, el 23 de septiembre para finalizar la trayectoria estacional en el solsticio de invierno, el 24 de diciembre.
Es importante comprender que los cambios de la naturaleza son factores que determinan todas las actividades del ser humano, desde fuera hacia adentro.
La tradición que celebra el equinoccio, la fiesta de la primavera se remonta a la tradición Celta. Se trataba de la fiesta del Sol, en la que se rendía culto al astro rey, como símbolo de fuerza, la conciencia, el calor y Fuego que permite el crecimiento. Los druidas o chamanes eran los encargados de preparar la celebración. Colocaban en un altar que consistía en una rueda de 8 radios, -alegoría de la eterna evolución y del infinito-, ciertas plantas medicinales y purificadoras como el hipérico, el tomillo, el laurel, el timo, el espliego, entre otras. Se quemaban con el fin de limpiar la tierra, los objetos, las casas, los animales y las personas.
El símbolo de esta celebración era la rueda evocando el proceso cíclico de la vida, de las estaciones que dan impulso a plantación, la renovación y el renacer de la naturaleza, la interna y la externa. La fuerza activa que dormitaba en el silencio del invierno resurge con fuerza, es el huevo cósmico de donde nace la vida, es decir los objetivos que podemos proyectar.
Durante esta celebración, y en todas las culturas los arquetipos elementales de la naturaza están muy presentes. Son las energías de los cuatro elementos primordiales: las Salamandras, los espíritus del Fuego; las Ondinas, espíritus del Agua, las sílfides y Elfos, los del aire y los gnomos, los duendes de la Tierra. Hoy día tenemos olvidados estos símbolos que forman parte de nuestra cultura y nuestra historia. La primavera no sólo está presente en su aspecto exterior, sino que también nace en nuestro interior y podemos darle la bienvenida. Un simple pensamiento amoroso, plantar unas semillas, cuidar de las plantas y flores ya son actos humildes pero eficaces que nos conectan con esa fertilidad que nos transmite la tierra.
Un ritual para celebrar el equinoccio
El ser humano se ha olvidado de rendir tributo a la Madre Tierra, a los elementos que la componen. Aquí tenéis un pequeño y sencillo ritual que puede ayudar a conectar con ese principio de acción y creación. Se trata de una visualización que se centra en la activación de nuestros propósitos.
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La purificación: Podemos visualizar una llama de color violeta por encima de nuestras cabezas y que penetra en nuestro interior. Baja hasta colocarse en medio de los riñones, que es la puerta del viento. Esta llama calienta todo nuestro organismo y purifica todo aquello susceptible de ser depurado, tanto en lo físico, emocional o mental. Esta llama alimenta nuestra energía vital. Visualizamos una cartulina blanca, en ella, mentalmente escribimos un propósito concreto que deseamos conseguir. Puede ser cualquier cosa que deseemos y que resulte constructivo.
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La Interiorización: Doblamos mentalmente la cartulina con el propósito escrito y la guardamos en un bolsillo que tiene nuestro corazón. Allí la cobijamos, le damos aliento, amor, ternura, sentimos lo bueno que puede ser para nosotros. Lo sentimos con emoción, alimentando la idea de ver cómo se realiza.
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La plantación: Visualizamos que sacamos la cartulina blanca, que se ha convertido en un papel de seda de color rosado, puede que tenga lacitos, corazoncitos, dibujos que adornen nuestro propósito escrito. Doblamos ese papel hasta convertirlo en una bola pequeñita, esa bola se va transformando en la semilla de una planta, de la especie que queramos. Visualizamos una tierra fértil, una extensión de terreno, un vergel, un campo de flores, de frutos, lo que surja. Plantamos esa semilla en esa tierra. Una vez plantada, visualizamos como de la punta de nuestros dedos sale un chorro de agua cristalina, es agua llena de luz y de amor. Regamos toda la tierra donde está plantada la semilla.
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Florecimiento: Visualizamos que la semilla está germinando, brotando, asoma al exterior. Es una hermosa planta que crece y crece, al igual que la planta de habichuelas mágicas, se convierte en un hermoso árbol, con unas raíces poderosamente ancladas en la tierra. Su tronco es fuerte, vigoroso, enorme. Sus ramas, sus flores, sus frutos son espléndidos. Visualizamos que trepamos por nuestro magnífico árbol, es un árbol sabio, bendito, de abundantes frutos. En una de las ramas está colgado el decreto, el propósito que plantamos. Lo visualizamos claramente, se ha convertido en realidad. Nos recreamos en esa visión, nos alegramos, sentimos amor, y damos las gracias a la creación por habérnoslo otorgado.
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