Con esta sentenciosa frase resumía Anaïs Nin una de las grandes paradojas de nuestra existencia. Sólo a través del fracaso conseguiremos llegar al éxito que todo anhelamos, y es que, en contraposición a lo que marca esta sociedad en la que vivimos, solamente equivocándonos seremos capaces de encontrar aquello para lo que valemos.
Psicología del fracaso, psicología positiva
No son pocos los paralelismos que pueden existir, en la actualidad, entre la denominada psicología positiva (ciencia que trata de explicar los procesos que llevan a las emociones, la resiliencia así como la inteligencia emocional, entre otras cuestiones vetadas a la psicología tradicional) y la “psicología del fracaso”, denominada de esta manera más que porque sea una verdadera corriente psicológica, porque se trata, sin lugar a dudas, de una situación humana de la que todos tomamos parte en algún momento y que debería disponer de un ámbito propio de estudio, ya que, ¿Por qué el fracaso?
El fracaso es una fuente de información, de conocimientos inagotable. Del mismo modo, que algunos niños sólo pueden aprender que el fuego es dañino cuando, al tratar de tocarlo, se queman, este esquema de ensayo – error se da a lo largo de toda nuestra vida. Sin embargo, el esquema de “fracasa mejor” puede chocar al lector en una sociedad en la que fallar no está bien visto, aun cuando es completamente natural probar algo y no acertar en el primer intento. Frente a esto proponemos una filosofía del “fracasa de nuevo” despojada de esos sentimientos de vergüenza, inutilidad y frustración que una sociedad competitiva como la nuestra, ha convertido en sentimientos reprobables y dignos de ser censurados.
El fracaso como una situación dentro de la psicología individual y como un proceso que tiene reacciones controvertidas en la sociedad, no se puede dar por separado del resto de procesos de comportamiento, aprendizaje y desarrollo. Desde pequeños se nos debería mostrar que errar es completamente natural y que, más aún, es una parte importante del aprendizaje. Las consecuencias de no mostrar esta idea del “fracasa de nuevo, fracasa mejor” da como resultado a un adulto con miedos, incapaz de emprender por miedo a perder. En definitiva, una sociedad sin grandes fracasos es una sociedad mediocre.
El éxito es para los persistentes. Woody Allen aseguraba que el éxito era un 90% de insistencia y tan solo un 10% de talento y, aunque la estadística no sea para nada fiable, la evidencia la marca la gran cantidad de personas de importancia que han pasado toda su vida luchando por un objetivo. De ellos solamente nos queda el triunfo pero lo cierto es que numerosos grandes emprendedores, entre ellos, el gurú de Apple Steve Jobs, fracasaron estrepitosamente antes de conseguir llevar a la práctica sus proyectos de una manera eficiente.
Que no falte el entusiasmo. Los hay que se deshincha con facilidad y no por falta de ideas ni de creatividad e, incluso, ni de inteligencia o medios para llevarlas a cabo. En muchos casos, lo que falla es la capacidad de encajar que el éxito se retrase, sufra altibajos, se fracase una y otra vez. Tirar la toalla es muy típico, igualmente, en una sociedad en la que el fracaso está lo suficientemente mal visto como para que un individuo pierda la fe en sus ideales y sueños simplemente porque su entorno le haga “ver” que su aspiración es inviable.
“Open your mind”. El clásico “abre tu mente” es totalmente válido en relación al fracaso puesto que las ideas surgirán y se combinarán dando lugar a un mayor movimiento.
Que la inspiración te pille trabajando. O eso decía que le ocurría a él, el mismísimo Picasso. Lo que es cierto es que cuando se está tratando un tema, surgen millones de ideas y creaciones que no surgirían en caso de que no se entrara en materia. Con dar el primer paso, el resto vendrán por sí solos.
Fracasamos desde el mismo momento en que nacemos con nuestra imperfección que ha sido la que ha ocasionado que busquemos la perfección en el arte, en las ciencias, en todo lo que hay de bello y de verdadero a nuestro alrededor. El fracaso consigue que emprendamos, que construyamos. Negarnos el placer de fracasar mejor es negarnos la posibilidad de descubrir algo que pueda ayudar a hacer el mundo un poco más bello, un poco más perfecto.
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