Antes de dar un paso importante nos vemos abrumados por dudas cruciales.
¿Estoy tomando la dirección correcta?
¿Vale la pena que hable y diga lo que me quedó atravesado o que me ponga en acción?
¿Saldré herido?
¿Lastimaré a esa persona que tanto quiero?
¿Se entenderá lo que quiero decir o seré malinterpretado?
¿Llegó realmente el momento de tomar una decisión?
Si no hago nada, ¿las cosas no se resolverán por sí solas?
¿Es necesario tomar estas medidas?
¿Y si me equivoco?
¿Y si sigo esperando?
MUCHAS DUDAS
Está bien que te hagas estos y otros planteos. Es lógico que afloren antes de actuar. Lo importante es que no permitas que te inmovilicen o que te hagan dudar de lo que quieres alcanzar.
Tal vez busques consejo y te acerques a alguien para exponerle algunas de tus dudas cruciales, pero en definitiva, quien tiene –ahora- o tendrá -a su debido momento- todas y cada una de las respuestas a ellas eres tú.
Porque eres el único que sabe cómo es realmente lo que está pasando, lo que significa para ti y el costo que estás pagando por no haber actuado debidamente, hasta ahora.
Es probable que no sepas aún todo lo que te espera por delante, y que además de preguntas cruciales tengas miedo e incertidumbre. Una vez que empieces a recorrer el camino, te irás dando cuenta solo de cuáles son los mejores siguientes pasos a dar e irás afianzando tu propósito y aclarando el panorama.
Hay cosas que no se pueden ver o incluso imaginar antes de empezar, se van presentando a medida que avanzamos.
En lo personal, pienso que lo que puede aportar una solución y paz interior es tomar la iniciativa y dejar que aflore lo que nos preocupa o inquieta. Ponernos en movimiento para dejar atrás el letargo y los sinsabores, y encontrarnos con nuevas oportunidades de ser felices.
Porque siempre es mejor cometer un error y pedir disculpas que quedarnos con los brazos cruzados ante situaciones que consideramos injustas, inmerecidas o dolorosas, pensando qué hubiera pasado si actuábamos o nos animábamos a intentar lograr un cambio positivo.
Al fin y al cabo, la conciencia a la que tenemos que rendir cuentas todas las noches al irnos a dormir es la nuestra.