Hay un dicho anónimo que expresa: En la vida hay tres cosas que no vuelven atrás: la flecha lanzada, la palabra pronunciada y la oportunidad perdida.
En los últimos años me ha sucedido cada vez más esto de descreer de las frases populares. Porque uno las repite y, sin quererlo, se va convenciendo de algo que no es necesariamente cierto y si lo es, probablemente no sea una verdad absoluta.
En este caso, quienes realmente piensan que este dicho es una realidad, tal vez sin darse cuenta o sin proponérselo están cerrándose a distintas opciones interesantes que se les pueden presentar.
Hay veces que lo que deseamos no es lo mejor para nosotros.
O ha pasado nuestro tiempo para alcanzar algo.
Tal vez tengamos talento para algo muy diferente y que se presentará en nuestro camino sin todo el esfuerzo y el desgaste que dedicamos a aquello que no resultó.
Todo esto significa, simplemente, que hay otro universo de cosas buenas y placenteras a nuestro alcance.
Las oportunidades son muchas, en todos los ámbitos. Algunas las vemos, otras las vislumbramos y unas cuantas, ni siquiera aún las imaginamos.
Cerrarse a ellas y quedarse pensando y lamentándose sobre la leche derramada es solo una pérdida de tiempo y de energía. Cuanto antes dejemos atrás esa conducta, más rápido podremos ver todo el panorama que se desplegará ante nuestros ojos.
Como siempre, la decisión es nuestra: podemos mirar hacia atrás y quedarnos e inmóviles, o sentir cierta pena por lo sucedido, girar la cabeza hacia adelante con seguridad y confianza y esperar de cara al futuro todas las oportunidades múltiples que, una vez que estemos abiertos para recibirlas, llegarán.