Cuando nos sucede algo que no deseábamos o notamos con claridad alguna carencia pronunciada en nuestras vidas, solemos preguntarnos una y otra vez, ¿por qué a mí no?
Tal vez usamos esa frase para adentrarnos más en el problema y buscar algún motivo (el que no siempre existe) para intentar entender por qué aquello que tanto ansiábamos nos fue vedado o aquello que tanto queríamos nos fue quitado.
Sin embargo, es poco probable que nos hagamos la pregunta contraria cuando algo nos sale bien o disfrutamos de un logro ampliamente soñado.
Ahora te propongo que, por unos minutos, repases tu vida en estos momentos y, al descubrir cosas, relaciones o sentimientos agradables, y también oportunidades aprovechadas y deseos concretados, te hagas esta pregunta: ¿por qué a mí sí?
Créeme, te sorprenderás con las respuestas, ya que te abrirán un abanico de opciones que hasta ahora, probablemente, no habías tomado en consideración en su justa medida.
Entonces, ¿Por qué a mí sí?
Porque lo mereces.
Porque has trabajado mucho para lograrlo.
Porque aprendiste las lecciones que se te fueron presentando.
Porque has hecho cambios interiores que se reflejan en el afuera, y por consiguiente, también en lo que concretas o en aquello a lo que accedes.
Porque creíste en ti en cierto grado, suficiente para comenzar a brillar.
Porque hiciste oídos sordos a palabras que no te ayudaban o que te tiraban la moral y la voluntad hacia abajo, y te cercioraste de que tu diálogo interno es mucho más potente y fructífero que esas voces.
Porque dejaste los miedos que tenías atrás y te diste cuenta de lo positivo que es que confíes más en ti, en tu fuerza, en tu intuición y en tus conocimientos.
Porque pasaste de caminar sin rumbo fijo, como pidiendo permiso, a hacerlo bien erguid@ y mirando el porvenir de frente, con seguridad.
En resumen: Porque ¡lo intentaste!