El pasado es inmodificable y no sabes qué te deparará el futuro.
Vivir aquí y ahora es lo más saludable que uno puede hacer, pero enfocarse en el minuto exacto que estás transitando puede ayudarte a que un peso que estés cargando sea más liviano. O a alejarte emocionalmente –aunque sea ínfimamente– de algún asunto para poder tratarlo con algún grado de objetividad.
Hubo muchos momentos en mi vida en los que, al mirar alrededor, lo que veía me producía angustia, pena, impotencia.
No era demasiado lo que yo podía hacer en esas ocasiones; simplemente, tratar de entender lo que estaba pasando y dejar que el tiempo transcurriera hasta que las cosas tomaran su propio rumbo y la realidad fuera otra, más positiva.
Pero lo que encontré y me ayudó muchísimo a sobrellevar esas instancias fue, en diversos momentos del día, concentrarme en el minuto exacto en el que estaba.
Porque de este modo el pasado y el futuro quedaban suspendidos y solo existía el “aquí y ahora”. Y así llegaba a respirar con cierta tranquilidad, aunque esto solamente durara algunos segundos: era lo suficiente para situarme fuera del contexto que me estaba oprimiendo.
Este ejercicio me dio la capacidad de abstraerme y dejar que algunas experiencias difíciles pasaran de largo, causándome el menor detrimento posible.
También me dio la posibilidad de intentar (y lograr) seguir con el resto de mis actividades de algún modo y que no todo se viera interrumpido.
Por eso, quiero compartir lo que me ayudó a transitar situaciones duras.
Si alguna vez te toca vivir algo que te hace paraliza o te duele, ubícate en el instante que estás viviendo. Haz un paréntesis del resto aunque sea por unos segundos, en los que podrás relajarte aunque sea un poquito, ganar claridad mental y recuperar energía.
Si puedes, haz algo que te ayude a sentirte mejor, como comer o tomar algo que te guste, salir a caminar, buscar el apoyo de alguien querido.
Porque en definitiva, este minuto que estás viviendo es todo lo que cuenta.