Los salmos están considerados fórmulas mágicas. Esto es que en su interior, radica una inmensa fuerza invocatoria y transformadora. En la actualidad, solemos acercarnos a ellos con piedad, pero sintiéndolos ajenos a nuestra vida, lejanos en el tiempo y distintos en el espacio en que se ubican; pero la realidad es que para la antigua ciencia mágica, los salmos son eternamente actuales y su poder es posible de ser evocado en todo tiempo y lugar.
Atribuidos al mismísimo rey David. El viento de los siglos no logró barrerlos. Sus letanías estrofas, sus hermosos giros y sus imágenes cargadas de tensión, sonaron tanto en los antiguos templos, como en las catedrales medievales y en los altares de los oratorios de los magos del renacimiento. Todos hallaron en ellos luz y calor espiritual sin igual. Así y todo, aun siendo muy leídos y recitados, hemos perdido el valor mágico y el sentido energético espiritual que ellos portan.
Sabemos que hay un salmo para cada cosa y que cada cosa es bien expresada por un salmo. Hay Salmos para pedir trabajo, como el 10, para invocar a los ángeles como 91, o para orar por el alma de los difuntos como el 23. Pero esto no queda aquí. Cada uno de los salmos posee una fuerza mágica que ayuda a invocar al mago aquellas luces que busca para una obra dada. De ellos extraemos mantras y nombres angélicos y con sus párrafos de poder elaboramos talismanes y sellos que sirven para proteger o asistir a quien los porta.
Muchas veces, una sola frase de un salmo, permite que en torno a sus energía, el mago realice un ritual completo, como ocurre en algunas ceremonias de protección de personas y lugares. En otros tiempos, y en ciertos templos y movimientos espirituales, se le pedía a los neófitos y a los iniciados, que conozcan la totalidad de los Salmos de memoria, ya que estas oraciones memorizadas son un sello, un pantáculo grabado en la energía áurica del mago.
Los salmos son talismanes completos. En ellos encontramos nombres, figuras, números y fórmulas. Con los salmos en la boca y en el corazón, se logra acercar un poco más el cielo a la tierra y viceversa. Por que esta es su razón de ser. Son un nexo energético entre los distintos planos de existencia. En ellos el mago puede encontrar material y energía necesaria para enfrentar cualquier obra y en especial la obra de la transmutación personal.
Muchos de los Salmos son perfectas llaves de invocación angélica. Perfectas quiere decir que la tradición de los magos, nos logró encontrar mejores, que son insuperables. Ellos son una verdadera gran obra, fruto del encuentro de lo divino y lo humano. El ejemplo más claro es el más que famoso salmo 91. La recitación ritual de este pedido de protección, permite obtener asistencia angélica inmediata. La fuerza y calidad de esta protección, está ligada a la actitud interna y externa del invocador y no a la calidad de la fórmula que supera a la virtud energética del que invoca. Pues como suele ocurrir, muchas fórmulas, a veces no funcionan a causa de la diferencia de calidad espiritual entre los hombres que la elaboraron y aquellos que la aplican. Pues: ¿de que sirve una pluma y tinta, por más que estas sean de la mejor calidad, en mano de un hombre que no escribe?
También es importante saber que para la magia, cuanto más es aplicada una fórmula u oración en el tiempo, más grande es su poder, pues queda ligada energéticamente a todas aquellas almas que lo utilizaron, y en el caso de los Salmos, este poder es inmenso ya que su aplicación ritual es milenaria. Por todo esto es que entre los libros mágicos y los textos que poseemos en nuestro laboratorio, debemos contar con un salterio, un libro de salmos. De él extraeremos luz, fuerza y sabiduría para nuestra vida y para la asistencia mágica. Aprender a vincularse con su luz es parte de la obra de aquel que busca transitar el camino de la magia, como un modo de transformación.