En el presente artículo abordaremos el desarrollo y comentario de la magia desde dos perspectivas considerablemente diferentes. Por un lado nos referiremos, primero, a la magia en tanto la creencia de que esta implica un poder concreto sobre las leyes que rigen la existencia. Luego, segundo, hablaremos de ella en tanto forma de entretenimiento.
En la experiencia humana más pretérita, si nos retrotraemos muchos años en el tiempo, la idea de la magia apareció como un determinado anexo práctico de la religión. Los magos, a diferencia de lo que se considera hoy en día, estaban muy lejos de ser meros entretenedores para los ratos de tiempo libre. Las más de las veces ocupaban puestos muy importantes en las iglesias de cada cultura y eran, a la vez, casi sin excepción, los asesores más destacados de los regentes y políticos. Se consideraba que esta gente (los magos) eran las individuos verdaderamente capaces de entender, conectarse y manipular lo poderes que los dioses -o Dios- tenían sobre la tierra. Ellos eran los que conectaban a la divinidad trascendente con la existencia propiamente dicha.
La galera y los guantes blancos caracterizan al concepto moderno de mago
La historia de la magia y de los magos.
Como la divinidad era la verdadera creadora de todo, guardaba sobra cada cosa un poder infinito y total. Los magos eran, entonces, las personas capaces de entender y manipular esas influencias y capacidades superiores. Y es evidente, dado todo lo que acabamos de decir, que su influencia sobre las personas y los poderes humanos era sumamente importante. Durante muchos milenios de la historia humana, la tensión entre los representantes del poder político (terrenal) y el poder mágico (supraterrenal) fue la piedra angular de una dinámica social muy particular.
"sacando objetos de la galera" Sea como fuere, en los tiempos más pretéritos, más allá de las tensiones, era sumamente difícil que algún regente o funcionario quisiera oponerse a los designios de los representantes de los dioses (o Dios). El estado estaba constituido, así, por un equilibrio muy delicado entre las partes; los políticos y asesores militares eran los que tomaban las decisiones prácticas del gobierno, pero en todos los casos solían atender los rituales necesarios y, a la vez, sometían sus opiniones a la consideración de los ministros de la magia. Esta característica fue, en épocas remotas, patrimonio común de todas las culturas; desde China (con la escapulomancia) hasta las tribus del Pacífico sur. Una de las experiencias más devastadoras que sufrió la magia (en tanto institución) fue aquella propia del medioevo europeo. En esos años, en tanto el éxito definitivo y la propagación generalizada de la religión católica (que después se exportó a la colonias de todo el mundo), se quebró definitivamente la conexión fundamental entre magia y religión. Con la iglesia romana transformada en el centro regente de toda la fe europea, los obispos y curas decidieron eliminar a sus rivales magos. Impusieron en la consideración popular que la idea de mago o bruja estaba, no ya en vínculo con la veneración a la divinidad, sino, todo lo contrario, en estricto quehacer con el demonio.
Si bien los magos seguían siendo considerados como capaces de conectarse con fuerzas trascendentes, esta vez, en cambio de representar la divinidad en tanto el bien supremo, representaban la divinidad en tanto el mal supremo. Sus poderes se debían a la influencia de Satán sobre la tierra. Miles de hombres y mujeres enfrentaron juicios realmente vergonzosos y, por ser encontrados culpables de hechicería, fueron torturados y ejecutados en los fuegos de la hoguera.
La magia ya nunca volvió a ser lo que era. Más tarde, devenido ya el siglo XVIII y el iluminismo, el maltrato eclesiástico fue lentamente remplazado por el otro de la ciencia. Los magos quedaron reducidos al papel de meros entretenedores de la nobleza. Su época de gloria había terminado. Y no es que en el pasado no existieran personajes cuya función especifica era la de hacer pasar buenos momentos. Los ilusionistas han existido desde siempre; gente capaz de apelar a sus capacidades de manipulación e ingenio para sorprender a los espectadores. Sin embargo, antes, esa forma de entretenimiento no estaba considerada como magia. La magia era un poder, no una conjunción de bonitos trucos.
Hoy en día la cosa es completamente diferente. Cuando la gente piensa en magia piensa, las mas de la veces, en la palabra “truco”. O sea: El mago no es considerado ya como aquél capaz de conectarse con poderes del supramundo. El mago es ni más ni menos que un entretenedor. Alguien hábil, y muy ingenioso, cuyo rol fundamental es el de divertir a una sociedad idiotizada por la idea de que la ciencia será capaz de explicarlo todo. La gente va a ver magia con la sola intención de relajarse y pasarla bien; no ya a entender el por qué de las cosas, o a conectarse con potencias superiores.
Muchas y diversas son las opiniones al respecto de esta nueva concepción de la magia. Sea como fuere, no es nuestra intención entrar en polémicas y controversias. Cada quien tendrá motivos para sostener su pensar. La intención fundamental de este artículo ha sido la de plantear una especie de reflexión histórica y filosófica al respecto de lo que la magia antes significó y ahora significa.
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