Una controvertida historia de atrae a miles de fieles sudamericanos en busca de sanación, amor y también, de prosperidad.
La montaña de Sorte es mágica, de eso no cabe duda. Ubicada en Yaracuy, Venezuela, es el templo natural de la diosa María Lionza, la princesa indígena que se convirtió en una de las imágenes religiosas paganas más importantes de ese país.
Dicen que la Diosa habita en el río que corre desde lo alto de la montaña. Ahí, miles de seguidores van a suplicarle y pedir por buena suerte, especialmente en Semana Santa y cada 12 de octubre, cuando se conmemora el Día de la Raza o de la Resistencia Indígena.
¿QUIÉN FUE LA REINA DE SORTE?
Existen varias leyendas sobre el origen de María Lionza. A continuación les contamos las dos más difundidas:
Espíritus de la naturaleza
Yara era una princesa indígena de belleza inigualable que olía a orquídeas y tenía la capacidad de comunicarse con los animales. Fue raptada por una enorme anaconda que se enamoró de ella. Cuando los espíritus de la montaña se enteraron de lo sucedido, decidieron castigar a la serpiente haciendo que se hinchara hasta reventar.
El río que traviesa verticalmente la montaña de Sorte, es la representación de la serpiente.
Las leyes de la tribu
La princesa Yara era tan bella, en especial por sus ojos grandes y verdes, que el Chamán de la tribu mandó a matarla porque creía que traería la desgracia. Pero su padre no pudo hacerlo, así que la escondió en una cueva en lo más alto de la montaña, custodiada por 22 guardianes. Un día, una fuerza misteriosa los adormeció y la princesa se escapó y, por primera vez, vio su reflejo en el agua. Su belleza era tal, que el dios del agua, la Anaconda, la atrapó. Entonces, María Lionza y la poderosa serpiente celebraron una comunión espiritual y mística. Pero, cuando su padre los descubrió e intentó separarlos, la Anaconda creció enormemente hasta estallar, provocando así una gran inundación que arrasó con la aldea y su gente.
Cualquiera sea el final de la historia, ésta se ha venido tergiversando desde hace siglos, y lo cierto es que María Lionza se ha convertido en la dueña de las lagunas, ríos y cascadas, madre protectora de la naturaleza y reina del amor. Hoy todos creen que ella manifiesta su presencia a través de una mariposa azul.
EL SINCRETISMO CATÓLICO
Las tierras de Yaracuy se caracterizan por ser fecundas en mitos y leyendas. La principal de ellas es el culto a María Lionza, que ha sobrevivido desde el siglo XV, cuando los indígenas veneraban esta reina del amor y de la naturaleza.
Luego de la llegada de los españoles a Sudamérica, el culto fue sufriendo modificaciones, a raíz del empeño de la Iglesia de redimir las almas del nuevo mundo a la religión católica, convirtiendo a la diosa “Yara” en Nuestra Señora María de la Onza del Prado de Talavera de Nivar; tratando de imponer la condición mariana al culto primitivo. Sin embargo, esta denominación fue convirtiéndose con el tiempo en María de la Onza o María Lionza en los cultos ajenos a la práctica católica, que seguían prosperando en lugares naturales inhóspitos de la montaña de Sorte. La devoción a la Reina de Sorte se ha acrecentado y sus fieles buscan en ella la cura de enfermedades, la solución de problemas de amor, y hasta la obtención de riqueza o poder.
LA MAGIA EN LA MONTAÑA DE SORTE
La diosa indígena, quien preside siempre el altar, es la Reina de las cuarenta legiones formadas por diez mil espíritus cada una. Junto a ella se coloca a Guaicaipuro, cacique que luchó valientemente contra los conquistadores españoles en el valle de Caracas y líder de la Corte Indígena; y a Negro Primero, el único negro con rango de oficial en el ejército del libertador Simón Bolívar, quien dirige la Corte Negra. Estas imágenes representan los tres grupos étnicos que se han mezclado en Venezuela: los indígenas, los africanos y los españoles; y forman una especie de “trinidad”.
A la Reina se le suele representar como una bella mujer vestida con un manto azul, plumas de colores y joyas, sentada sobre grandes boas o dantas (tapires) y acompañada de pumas, jaguares o chivos.
Para pedir a María Lionza, los creyentes eligen un rincón en el bosque o un recodo en el río para construir un altar desde donde invocarla. Usualmente lo decoran con fotografías, figuras y estatuillas, vasos con ron o aguardiente, tabacos, cigarrillos en cruz, flores y frutos.