Extraigo un fragmento del libro Filosofía del tocador del Marqués de Sade para compartir lo exquisito de su texto... el goce sodomita, objeto de nuestra charla. La postura más usada por la mujer es acostarse boca abajo sobre el borde del lecho, las nalgas bien separadas, la cabeza, lo más bajo posible. El lascivo amante, tras haberse deleitado un instante con la perspectiva del bello culo que le presentan, después de haberlo palmeado, manoseado, incluso a veces azotado, pellizcado, mordido, humedece con la boca el bonito agujero que va a perforar y prepara la introducción con el extremo de su lengua; moja también su aparato con saliva o pomada y lo presenta dulcemente al agujero; lo conduce con una mano y con la otra aparta las nalgas de su gozo; apenas siente que el miembro penetra, debe empujar con ardor, cuidándose de no perder terreno; en ocasiones la mujer sufre, si es nueva y joven; pero sin ninguna consideración por los dolores que pronto van a convertirse en placer, el macho debe empujar vivamente su verga, por gradaciones, hasta que llegue a su fin, es decir, hasta que sus pelos froten el borde del ano que fornica. Si continúa ahora su trabajo con rapidez, no importa: todas las espinas ya han sido cortadas, sólo quedan rosas. Para acabar de transformar en placer los restos de dolor que su objeto experimenta aún, si se trata de un adolescente, debe masturbarlo, si es una muchacha, acariciarle el clítoris; los estremecimientos del placer que hace nacer el apretar prodigiosamente el ano del paciente, aumentan los placeres del agente; éste, colmado de voluptuosidad, lanzará en seguida en el fondo del culo que está gozando un esperma abundante y espeso, determinado por todos esos lúbricos detalles.
Esclava Reina
Abre las alas y siente la brisa.