Geniecillos diminutos y malignos que cabalgan sobre la tempestad descargando el rayo y el granizo. Son los agentes y rectores de las tormentas de la Montaña, guiando un verdadero cortejo de nubes sin contorno y con enormes proporciones; se les tiene gran temor, ya que pueden causar grandes destrozos en los pueblos, por eso son tan temidas las noches de grandes lluvias y tormentas. Se encienden cirios para ahuyentar los nubarrones o se hacen tañir las campanas para ahuyentar los malos espíritus.
También actúan contra los pescadores cántabros. Cuando éstos se disponen a realizar sus faenas, los nuberos provocan terribles galernas que les obligan a volver a puerto con las manos vacías.
Disfrutan alterando el tiempo y haciendo el mal a los montañeses, que aún no han encontrado un método para hacer desaparecer a semejantes personajes.