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- Pocas personas quieren convertirse en alguien amargo y negativo, pero no es algo extraño, especialmente en aquellas personas que han vivido momentos más duros de lo que podría soportarse.
A lo largo de nuestras vidas, conocemos todo tipo de personas. Y el hecho que clasifiquemos a las personas por “tipos”, muestra como tendemos a creer que están, en cierta manera, determinadas por naturaleza. Pero la realidad es otra. Muchas de nuestras características personales y emociones, se construyen con nuestros hábitos, la forma en que interpretamos lo que nos ocurre, los pensamientos que dan vueltas por nuestra cabeza, y las explicaciones que nos damos acerca de como funciona el mundo.
Si quieres tener una vida más esperanzada y optimista trata de disminuir estos hábitos mentales. Puede ser un buen comienzo.
No perdonar
Muchas personas comparan el perdón con el olvido de que algo sucedió. O con decir que estaba bien lo que ocurrió. De esto no es de lo que trata el perdón. Y muchas personas afirman que han perdonado a alguien por algo, cuando en realidad, no lo han hecho. El verdadero perdón significa que se está permitiendo la liberación del resentimiento de haber sido agraviado, a aceptar que ha ocurrido algo y creer que usted se merece para pasar de ella.
Desvincúlate de tus pensamientos de venganza. Deja de pensar en “como hacérselo pagar” y de permitir que corroa tu bienestar emocional. Es dejar ir de la forma más saludable. El perdón no minimiza lo malo de las acciones de alguien. Pero consigue que no te hiera más. Perdonar está asociado con la reducción de la depresión, estrés, hostilidad y una mejora de la auto estima e incluso nuestra salud física. Cuando te centras en tus beneficios, compruebas que tiene mucho más que ver con cuidarte a ti mismo, más que hacerle un favor a alguien.
No perdonar(te)
Incluso más cariñoso contigo mismo es dejar ir tus propios errores. El arrepentimiento, la vergüenza o la culpa por un solo error, puede perseguirnos durante años. Y los pensamientos negativos, el estrés y una visión pesimista de ti mismo puede crear una dinámica en la cual verás al mundo de una forma mucho más amarga. Crees no merecer sentirte de otra forma.
De hecho, perdonarte ayuda a reducir los sentimientos de depresión. Si te encuentras sobrepasado por pensamientos acerca de errores pasados, comienza a examinarlos: ¿Cuándo ocurren?¿En qué momento son peores?¿Qué hace que se vayan?
Si te bloqueas en una lucha interminable con tus pensamientos, tratando de “razonar”, y salir de ellos, intenta si en cambio puedes aprender a aceptar su presencia sin juzgarte. “Tenía que haberle dicho algo cuando me trato mal, no me lo quito de la cabeza. Se que podía haber hecho otra cosa. Ahora no lo puedo solucionar ya”.
Pensamiento de todo o nada
Es sorprendente lo habitual que este tipo de pensamiento subyace a una gran variedad de estados psicológicos insanos. Desde el pánico a la baja auto-estima, el perfeccionismo a la indefensión, es común esconder este tipo de pensamiento que provoca una visión negativa del mundo.
Hace que magnifiquemos lo negativo y minimicemos lo positivo, haciendo que aparezca mas grave de lo que es. Observa si tienes la costumbre de hacerlo. Te darás cuenta si, cuando ves o sientes algo positivo o te ves optimista, te asaltan irremediablemente la necesidad de buscar la parte negativa. Aunque esta no exista.
Nos cuesta admitir que la vida tiene diferentes colores y no solo el blanco o el negro.
Juzgar a los demás con reglas distintas que a nosotros
Cuando estás continuamente desencantado o molesto con las personas que te rodean, puede significar que pasas un mal momento o no estás siendo tratado de la forma que merece. Puede ser también que estás eligiendo relacionarte con las personas inadecuadas. O, con más probabilidad, que eliges una serie de estándares para los demás, que no te aplicas a ti.
De hecho, a veces somos más duros con aquellas personas en las que identificamos características nuestras – cosas que no nos gusta admitir o reconocer. Verlo en otros nos hace sentir incomodos.
La historia está llena de hipócritas que cargaron contra otras personas por sus pecados sin admitir que los propios eran similares o peores. Parece que hacerlo crea una barrera emocional que nos distancia de aquello de nosotros que no nos gusta.
¿Y si, en lugar de mirar los fallos de los demás, examinamos primero los nuestros? Es un gran ejercicio que consigue que identifiquemos aspectos íntimos que podemos cambiar a poco que nos pongamos a ello. Y que además consigue que mejoremos notablemente nuestra relación con otras personas. Aumenta nuestra empatía y se convierte en un ejercicio de respeto y tolerancia con infinitas posibilidades.
Creer que nada va a mejorar
La indefensión severa, puede ser particularmente peligrosa, poniendo a las personas en un serio riesgo de depresión e, incluso suicidio. Pero incluso creencias moderadas de que las cosas no mejorarán, pueden provocar serios perjuicios cotidianos. “No conseguiré este trabajo”, “nunca mejoraré de mi dolor de espalda” o “el mundo es un lugar horrible y se está poniendo cada vez peor”, son algunos ejemplos de estos “micropesimismos”, que socavan nuestro ánimo diario. Su impacto, día tras día, puede ser devastador.
Además de propiciar una mirada sesgada de la vida -solo lo negativo-, consigue que lo poco que traspase esa barrera de negatividad, lo transformemos o cuestionemos inmediatamente. No permitimos que nada desmorone nuestro edificio de pesimismo y desesperanza. Vamos desarrollando una acomodación al pensamiento negativo que no nos permite salir de él. Tememos hacerlo.
Solo siendo conscientes que la vida se parece más a un mar bravío que a los pocos mares tranquilos que podemos disfrutar, aceptando tomar riesgos, conseguiremos tener una vida plena. Con sus altos y bajos, componiendo una armonía natural.
Además, es esta visión consciente de nuestra existencia, la que nos permitirá cambiar aquello que no nos guste o no veamos justo, con ecuanimidad.
Creer que controlas menos tu vida de lo que realmente lo haces
La indefensión aprendida, identificada por primera vez por Martin Seligman, implica la creencia de que no tenemos ningún control sobre nuestras circunstancias vitales, incluso en los (muchos) casos, en que si lo hacemos. Nos convencemos de ello y dejamos de intentarlo. Así vamos aprendiendo a bajar los brazos y a auto someternos y, por consiguiente, permitir que otros lo hagan.
Esta forma de pensar ha mostrado una fuerte relación con la depresión y para algunas personas sigue a un periodo que no controlaban realmente su vida. Es el caso de los secuestros, maltrato o abusos. Tras terminar estas situaciones, resulta muy difícil ser conscientes que volvemos a tener el control sobre gran parte de nuestra vida. Es como si, una vez que bajamos los brazos, ya no seamos capaces de volverlos a levantar. Nos negamos a reconocer que tenemos el potencial para conseguir que nuestras vidas sean mucho mejores.
Y así incrementamos la posibilidad de ver el mundo como un lugar desmoralizador, convenciéndonos que no podemos marcar la diferencia.
Nos atrapamos en una relación que nos asfixia, un trabajo que no nos gusta, unas convenciones sociales asociadas a nuestro genero, raza, edad … y no nos permitimos salir de ello.
Seguimos teniendo la extraña idea que habrá más vidas.
Creer en el mito de la llegada
Éste se refiere a la idea que cuando “lleguemos” a un cierto punto en nuestra vida, todo se colocará en su sitio y la vida que siempre deseamos comenzará al fin. Pero a menudo esta creencia, puede ser tan dañina como creer que las cosas nunca mejorarán. Porque cuando las cosas no sean como habíamos imaginado … “no hemos perdido 10 kilos”, “no nos han ascendido”, “no puedo comprarme una casa” … nos vendremos abajo. Hemos hecho un alto, sacrificando nuestra vida en aras de algo que creemos será mucho mejor, olvidando disfrutar de lo que teníamos delante.
Nos roba la capacidad de encontrar la felicidad en las pequeñas cosas, en los momentos diarios que la producen. Nos alejamos de nuestros seres queridos, se nos agria el carácter … y nos ponemos, inevitablemente, en manos de unas expectativas que tienen muchas posibilidades de no cumplirse.
Sobregeneralizar
Este fue uno de los “errores cognitivos” que primero identifico Aaron T. Beck para poner a las personas en riesgo de sufrir una depresión. Se manifiesta a menudo en el pensamiento de que si fallamos en algo, lo haremos en todo.
Esta tendencia a convertir un grano de arena en una montaña, también subyace al modo de pensar de muchas personas que mantienen una visión negativa del mundo que les rodea. Algunas veces este tipo de pensamiento puede parecer paranoia. Frases como “todo el mundo se aprovechará de ti si les dejas” o similares, dibujan un mundo en el cuál parece que estamos rodeados de enemigos que están al acecho esperando hacernos daño.
Revisa tus creencias para comprobar si estás sobre generalizando y no permitiendo que la bondad, la generosidad o la alegría, entren en tu vida. Por miedo a ser decepcionado.
No practicar la gratitud
No es la primera vez que escribo sobre ello. La gratitud es buena para nuestra salud mental. Si dejamos que una cena que tarda en ser servida, nos arruine nuestra noche con amigos, olvidamos la suerte que tenemos de tenerlos y de poder ir juntos a un restaurante.
La gratitud es un potente antidoto para los “pensamientos embudo”, que no son otros que aquellos que permiten que un pequeño detalle incomodo nos arruine toda una maravillosa experiencia.
Quizás puede resultar algo naif proponerlo de nuevo. Pero les aseguro que dedicar un momento del día para refrescar en nuestro cerebro aquello que merece nuestro agradecimiento es un potente antídoto para el pensamiento amargo.